Se equivoca gravemente Pedro Sánchez al incluir en su documento programático con el que concurrirá a las elecciones primarias del PSOE un apartado destinado a la financiación autonómica de Cataluña, texto en el que defiende más dinero para esta comunidad y también una mejora de sus infraestructuras. Con esta propuesta el ex secretario general socialista se enfrenta con los gobiernos autonómicos de su propio partido, como es el caso de Asturias, y, a cambio, no parece que vaya a sacar gran rentabilidad política a su fuerte apuesta si se exceptúa el presumible apoyo de los socialistas catalanes.
Dicen sus colaboradores más cercanos que Pedro Sánchez ha aprendido de sus errores y que ahora es un político más maduro. Pero en este caso, en el de la financiación autonómica, ha vuelto a actuar precipitadamente. Lo más sensato para un candidato a liderar el Partido Socialista, dada la diferencia de criterio que hay entre las diversas comunidades (estén gobernadas por el PSOE, por el PP o por cualquier otro partido), es permanecer en un discreto segundo plano, siendo lo más neutral posible.
¿Es que Pedro Sánchez no se da cuenta de que, por ejemplo, los presidentes socialistas de los ejecutivos de Asturias y Andalucía, Javier Fernández y Susana Díaz, bastante cercanos políticamente en estos momentos, defienden sin embargo modelos de financiación autonómica muy dispares? Para qué tiene que meterse él, ahora, en este tinglado en el que ni le va ni le viene nada personal ni políticamente y nada puede decidir. ¿O es que esta referencia a Cataluña es deliberada con el objetivo de molestar a los barones regionales del partido?
Es evidente que Pedro Sánchez se ha radicalizado aún más si cabe que cuando presentó su dimisión como líder socialista el pasado 1 de octubre. Y que no olvida. Por eso Podemos, nacionalistas e independentistas catalanes dejan de ser "líneas rojas" para él. Para Sánchez no hay límites. Al menos eso es lo que demuestra con su propuesta sobre la financiación autonómica y Cataluña.
