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Alberto Menéndez

Encontronazos seguros

Las vueltas que da la política, sea del signo que sea. Quién le iba a decir a Javier Fernández que la también asturiana Adriana Lastra, a la que él amparó desde su época en las Juventudes Socialistas y luego potenció tanto en la región como en Madrid, iba a convertirse en el máximo exponente, en el estilete del sanchismo contra la gestora del PSOE y contra él mismo, más allá de su papel como máximo responsable de la comisión que dirigirá los destinos socialistas hasta el próximo mes de junio. Y en el PP seguro que Mercedes Fernández, cuando Carmen Maniega era diputada en Cortes, nunca llegó a sospechar que ésta pugnaría con ella por hacerse con el liderazgo autonómico del partido. El paso del tiempo ha llevado a que las diferencias entre los dos políticos socialistas y las dos populares hayan pasado a ser irreconciliables.

La actitud adoptada por Adriana Lastra en los últimos días -con una belicosidad en aumento, sin exceptuar a ningún integrante de la gestora o de su entorno- no deja de ser sorprendente. Hasta ahora la diputada en Cortes socialista por Asturias -sin lugar a dudas una de las políticas más activas, si no la que más, en defensa del ex secretario general socialista Pedro Sánchez- había evitado la confrontación directa con Javier Fernández. Ya no. Y si alguien albergaba alguna duda, sólo tiene que leer en su cuenta de Twitter uno de sus últimos mensajes: "Cada vez que alguien te diga 'la política es aprender a convivir con la decepción', huye. Es la excusa de los cobardes y resignados". ¿A quién va dirigida esta pulla? El destinatario está claro, aunque Lastra evite dar su nombre: no es otro que Javier Fernández, quien en una reciente entrevista decía que "la política exige convivir con la decepción".

Las dos principales formaciones asturianas van a vivir semanas de mucha tensión, con encontronazos seguros entre los sectores que pugnan por el control tanto del PSOE como del PP. Sobre todo, porque a diferencia de épocas anteriores, en las que los aparatos de los partidos controlaban sin fisuras los procesos congresuales, ahora, con los nuevos procedimientos, con métodos más proclives a la militancia, éstos están mucho más abiertos a la sorpresa, con todo el nerviosismo que ello conlleva.

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