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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Carnaval de cuento

Avanza el Antroxu y el carro de la farsa, pero en el día a día del municipio convendría por unas horas desprenderse de la careta. Hay mucha máscara que esconde la realidad en la vida del Consistorio, edificio virtual donde el lobo se disfraza desde hace meses de Caperucita morada y la niña del cuento viste atavíos de Bella Durmiente, envolviendo con un vaho anodino de sopor la atmósfera de un Ayuntamiento que dormita la siesta eterna bajo los efectos de un brebaje que se cocina en pota enorme en fogones dilectos de Somió.

Parece la Casa Consistorial el País de las Maravillas de Alicia, el mundo al revés donde el presupuesto se gasta donde no se debe, por ejemplo, en un festival de cine de una ciudad que no está para películas; y se ahorra donde es menester gastar a manos llenas, como los servicios sociales, que son la Cenicienta de la lotería municipal.

Este equipo de gobierno habita permanentemente en un cuento. En el de las botas de siete leguas, calzado mágico que permitiría avanzar a pasos agigantados en la tramitación del Plan de Urbanismo de las trapisondas, un documento que será la oca si al final acaba regresando a la casilla de salida.

En la relación transversal entre los que mandan en el municipio y quienes los apoyan hay, como en Blancanieves, manzanas con gusano dentro: unos negocian el argumento del cuento en una mesa de tres junto a una ventana en el Dindurra, a cara descubierta, y otros, escondidos bajo el antifaz, asienten, sin rechistar, a lo que ordena el amo: el ogro Shrek con peluca ilustrada y polainas de Jovellanos.

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