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Nueces de California

Badlands

Viajar, el mejor antídoto contra la ignorancia

¡Convenceos de esto, oh, joven ambición, toda mortal grandeza no es sino enfermedad! (Melville, "Moby-Dick")

El mejor antídoto contra la ignorancia no es la universidad, como mucha gente se cree, sino el viaje. La universidad cada vez otorga menos beneficios a sus egresados, dado que en muchas ocasionas solo significa que el susodich@ ha sido capaz de sobrevivir a una pléyade de profesores, algunos de los cuales no merecen este calificativo, pues no profesan. La palabra profesor viene del latín, como otras muchas, profiteri, que significa declarar públicamente, hablar frente a la gente y transmitir conocimientos. Pero desgraciadamente, los hay que no transmiten nada, solo malos rollos, como las gallinas que son incapaces de poner un huevo. Se preguntarán como digo esto, dado que estoy tirando piedras contra mi propio tejado. Yo no me considero miembro de este club, ni del de los "dutch-uncles", ni de aquellos que se parapetan tras una posición administrativa. A mí todo me interesa (Universitas magistrorum et scholarium), me motivan los alumnos, los veo como una masa virgen, donde actúo de fermiento, para que las cosas crezcan. Me apasiona lo que desconozco, la creación; y la envidia no es un sentimiento que entienda ni cultive: la astur-envidia origen de la astur-miseria.

Sin embargo, viajar es diferente, te abre los ojos, te hace conocer nuevas culturas, sobre todo cuando te manchas las manos de nogalina y no pasas como una carta por correos. Por eso esta sección se llama Nueces de California, porque supe antes de irme a Estados Unidos que tenía que tirarme a la piscina e impregnarme lo más posible de todo (Universus-a-um), rellenar la mochila para superar el duro invierno y la joroba de agua para atravesar el Valle de la Muerte. No se pueden imaginar la sensación que supone pernoctar ahí, en una tienda de campaña diminuta y levantarse cubierto por la arena del desierto.

Quien no conoce los parques nacionales de Estados Unidos no conoce este grandioso país. En los dos años que duró nuestra aventura recorrimos miles de millas en nuestro Chevrolet Malibú, que compramos a un simpático profesor judío de Berkeley que se volvía a Israel. Fue el día en que nos cruzamos con la Sierra Nevada, poderosa IPA. Éste a su vez me presentó a Fernando, un mecánico chileno de confianza al que tendría que ir a ver cuándo el Chevy empezase a dar problemas. Pero el Chevy fue fiel y nunca nos dejó tirados en medio del desierto, siempre aguantó hasta llegar a la puerta del Best Western. Con él subimos toda la costa norte de Mendocino, atravesamos Oregón, llegamos al estado de Washington para visitar el parque nacional de Olympic (creado por Roosevelt muy a principios del siglo XX) y seguimos hasta Montana para visitar Glacier, donde aprendimos lo que es el frío. La naturaleza y la fauna son allí impresionantes, y es imposible encontrar cabezas de lobos o de Grizzlies en los supermercados.

Todo esto me recuerda las prácticas de la mafia en el sur de Italia y la cabeza de cordero. Este tipo de actitudes deberían entristecer a aquellos que se declaran defensores del medio natural. Los Salish, los Flathead, los Shoshone, los Cheyennes y los Pies Negros ya conocían desde tiempos ancestrales la grandeza del lobo y también del "osso-mate", origen de Yosemite, otro parque nacional impresionante, esta vez en California. Estos "salvajes" ya habían comprendido que la desaparición de estos mamíferos sería la suya propia. Como asturiano, me avergüenza lo que está ocurriendo con el lobo y cómo gentes que se dicen de bien (y estoy seguro que en realidad lo son) pueden ser tan ignorantes. La ignorancia nunca puede excusar los delitos penales. Como asturiano, también deseo que el lobo pueda campar por estas tierras, como siempre hizo, cuando mis restos se esparzan en la playa de Xagó. Me recuerda a cuando era chiquillo y pasaba las vacaciones de verano en el barrio de la Luz, la Xuncarosa, y me dedicaba a cazar gorriones con guindones con mi amigo Dieguito, que se los llevaba a su madre y los cocinaba estofados. Recuerdo que éramos unos salvajes, y cómo cuando un gorrión quedaba medio apalominado le retorcíamos el cogote. También poníamos petardos a los sapos o importunábamos a los grillos en su cueva con el famoso "sal, sal, sal que te meo". Pero nosotros hemos aprendido desde entonces, como tendrán que aprender aquellos cuyas actividades económicas conviven con el lobo. Si tuviese que elegir prefiero que desaparezcan los primeros, como en Yellowstone, aunque me da a mí que la Administración tiene mucha culpa al pagar tarde, mal y nunca los destrozos.

Volvamos al majestuoso Yellowstone y cómo los campistas conviven con la fauna salvaje. Cuando lo visitamos, un día un búfalo despistado se sentó delante de una tienda. Los campistas, avisados por el "ranger" (guarda), tuvieron que esperar varias horas a que éste moviese su trasero. Uno de los parques que más me impresionó fue Badlands, en South Dakota, donde el Chevy nos dijo definitivamente adiós, durante el periplo de 45 días que duró nuestra despedida. Tardé en venderlo media hora por mil dólares a un personaje de película, de los Cohen Brothers: "I rock, baby", le dije a mi mujer. En estos terrenos baldíos o en la huella de las carretas marcadas en la caliza de la Sierra Nevada es cuando uno entiende la fuerza de carácter de los primeros colonos que poblaron los Estados Unidos y cuyo modo de vida colisionó frontalmente con los nativos americanos. Me llamó la atención cómo en la ciudad de Custer la figura del general se había difuminado en un ejercicio de memoria histórica. Se dice que era un obseso del sexo y de la limpieza, que estaba siempre lavándose las manos y cepillándose los dientes, evitando así los dentistas ambulantes. A Custer le gustaban las indias, las negras, las mulatas y las blancas, fuesen éstas prostitutas o estuviesen bien casadas. El descrédito del héroe mediático del séptimo de caballería, olvidado cerca del desierto de Badlands.

Quizás algún día ocurra algo parecido con nuestros políticos y empresarios, como ya ha acontecido con algunos sindicalistas, y a partir de ahí se pongan manos a la obra, en lugar de destruirse con tiro cruzado o de defender intereses espurios. Es sintomático que la palabra trabajo derive de "Tripalium", técnica de tortura de la antigua Roma que consistía en un yugo con tres palos en los cuales se amarraba a los esclavos para azotarlos. Trabajo = Esclavitud; Jubilación = Grito de Alegría; Prejubilación = Despilfarro. ¡Houston, tenemos un problema!

Si este cambio socio-político aconteciese, entonces seguirían otras instituciones, como nuestra universidad. Los medios económicos existentes se destinarían entonces a crear nuevas titulaciones y contratos de futuro, a promocionar el mérito académico, a discriminar positivamente al que propone y desarrolla, en lugar de hinchar la nómina innecesariamente y de modo ficticio rebajando la dedicación docente a aquellos que no realizan ningún tipo de investigación. Hay que desligar el crecimiento de la universidad del hecho estrictamente docente, involucrando a los 2000 profesores e investigadores (PDI), a los 1.000 trabajadores del personal administrativo y de servicios (PAS) y a los 25.000 alumnos en un verdadero plan de excelencia regional, con derivadas sociales, empresariales, nacionales e internacionales. Para ello se precisa una política motivadora e innovadora, y no populista y desgravadora de "Tripalium". ¿Por qué el talento y la miseria tienen que ir en Asturias unidos de la mano? En definitiva, necesitamos un Chicote-Rector cuyo futuro no dependa de la tiranía del voto interesado. Necesitamos ilustrados.

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