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Sol y sombra

El enfermo consciente

He de confesar que durante un tiempo estuve equivocado con Villa. Pensé que era la reencarnación del enfermo imaginario de Molière. Pero no. Villa es un enfermo consciente que explota su padecimiento para que lo dejen en paz. No hay nada más humano pero tampoco más sospechoso que abundar en las dolencias para que muchos supongan que el que presume de ellas está exagerando por algún motivo.

El exlíder minero se defendió ayer, por primera vez, ante la jueza de manera enérgica, lamentándose del trato que en sus circunstancias está recibiendo. Recordó que sufre de la próstata y de demencia, que padece de la espalda y corre, además, el riego de quedarse parapléjico. La demencia no es algo que los dementes admitan con la naturalidad de Villa. Aunque hay grados. El del exdirigente del SOMA le permite, afortunadamente, comprender cosas de cierta complejidad, entre otras que es objeto de acusaciones injustas, que se está vulnerando la protección de sus datos y que los camiones no pueden pasar por Villablino, una observación que delata que, pese al trastorno de la razón, permanece al tanto de la actualidad. Villa no se llevó el dinero del sindicato, asegura Villa. Es verdad que cualquiera, además de él, pudo hacerlo puesto que las firmas de las facturas figuraban mancomunadas. Habrá que averiguarlo.

El caso es que el enfermo consciente ha empezado a defenderse. Su declive físico invita a pensar que lo suyo, al contrario de lo de Argán, el personaje de la comedia francesa, no es hipocondría pero sí sentido de la conveniencia. Molière, el padre literario de Argán, enterándose de que su esposa había llamado al médico le decía: "¡Que no entre! Contadle que estoy enfermo y que ya iré a visitarle cuando mejore".

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