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Nueva edición del misal

El texto que a partir de hoy será obligatorio en todas las diócesis para la celebración de la eucaristía en lengua española

Esta tarde, víspera del primer domingo de Cuaresma, entrará en vigor la tercera edición oficial del Misal Romano en español. Las dos anteriores comenzaron a usarse en 1978 y 1988 respectivamente.

Los trabajos que conducen a la publicación de un misal son de una fina meticulosidad. De hecho, éste, que a partir de ahora será obligatorio en todas las diócesis de nuestro país para la celebración de la eucaristía en lengua española, viene gestándose desde 2000, año en el que fue aprobada la tercera edición oficial del misal del Vaticano II en latín, cuyo texto es de obligada referencia para las traducciones actuales a los distintos idiomas.

En la Iglesia, toda actividad discurre con lentitud. El tiempo se mide por siglos. No hay prisa. Lo que puede resultar desesperante para quien se siente urgido por el ritmo trepidante de la vida moderna y no repara en la admonición de Chesterton: "Una de las grandes desventajas de la prisa es que exige demasiado tiempo".

Y es que en la confección de una obra de estas características intervienen obispos, teólogos, liturgistas, canonistas, filólogos, editores, miniaturistas, correctores, impresores y encuadernadores. La preparan y revisan comisiones nacionales y del Vaticano. Van y vienen borradores, enmiendas, "recognitiones", decretos y galeradas. Y todo ello requiere talento y tiempo.

Por otra parte, la traducción completa de los libros de la Sagrada Escritura, en la versión oficial de la Conferencia Episcopal Española, no estuvo disponible hasta 2010. Y el misal se surte de ella para las citas del Antiguo y Nuevo Testamento. Con la publicación de esta Biblia se ha incoado, además, la de los nuevos leccionarios, con los textos de la Palabra de Dios que se han de proclamar en la misa, de los que ya se ha hecho una primera entrega a finales del pasado mes de noviembre.

La principal novedad en la tercera edición del Misal Romano es la del cambio que se ha introducido en la fórmula de consagración del vino: "Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía". Hasta ahora, en vez de "por muchos", se decía "por todos los hombres".

Jesucristo ha muerto por todos. Lo afirma rotundamente san Pablo: Dios entregó a su Hijo "por todos", escribe en Romanos 8,32; "Uno murió por todos", en 2 Corintios 5,14; Jesús "se entregó en rescate por todos", en 1 Timoteo 2,6. Sin embargo, en los Evangelios según san Mateo y san Marcos, Jesús les dice a sus discípulos, en el contexto de la Última Cena, que su Sangre, la de él, será derramada "por muchos". En cambio, en el pasaje paralelo del Evangelio según san Lucas, dice "por vosotros" en vez de "por muchos". Más restringido aún. El canon romano unió, en la consagración, las palabras de Jesús en los tres Evangelios, y de ahí la forma: "por vosotros y por muchos". En latín, se mantuvo siempre así: "Qui pro vobis et pro multis effundétur".

El paso del "por muchos" al "por todos" tuvo lugar después del Concilio Vaticano II. Según Benedicto XVI, "no era en modo alguno una simple traducción, sino una interpretación, que seguramente tenía y sigue teniendo fundamento, pero es ciertamente ya una interpretación y algo más que una traducción".

En la nueva edición del Misal Romano, se ha vuelto a la literalidad de la expresión "por muchos". Es, además, la que figura en el Evangelio según san Mateo 20,28, en el pasaje de los hijos de Zebedeo, en donde Jesús dice de sí mismo: "El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos".

En la celebración de la eucaristía se mantiene un coloquio continuado entre Dios y su pueblo, que se manifiesta especialmente en los saludos, invitaciones y respuestas litúrgicas, como, por ejemplo, "Levantemos el corazón", "Y con tu espíritu", "Orad", "Amén". Y ese diálogo halla su clímax en el momento en el que el sacerdote pronuncia, en la consagración, las palabras de Jesús en la Última Cena: entrego mi Cuerpo y derramo mi Sangre "por vosotros". Y los miembros de la asamblea, conscientes de que todo ha sido, es y será por cada uno en particular ("por mí") y por la totalidad ("por nosotros"), responde con las palabras que Jesús mismo enseñó a los apóstoles como fórmula inigualable de oración: "Padre nuestro, que estás en los cielos ?".

Mas el misal no es solamente un libro de plegarias, sino también un creador de lengua y de cultura. Ha generado vocablos, giros, composiciones musicales y un delicado arte de la miniatura, el íncipit y la encuadernación. En España, el misal se abre, se lee, se cierra y se guarda con respeto en 22.783 parroquias, 5.461 comunidades religiosas, 814 monasterios y 408 Institutos Religiosos y Sociedades de Vida Apostólica. Lo usan diariamente 16.630 sacerdotes diocesanos, 3.286 sacerdotes religiosos y 7.029 sacerdotes de institutos de derecho pontificio, que celebran nueve millones de misas al año, a las que asisten regularmente diez millones de personas.

Es, junto a la Biblia, el libro más difundido, manejado y asimilado. Una joya bibliográfica, una crátera en la que reposa un destilado humano y teologal que viene de una tradición de siglos y un texto que cobra vida cuando las personas se reúnen para recordar, con gratitud, las acciones maravillosas realizadas por Dios.

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