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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Sin cuerpo

Cambiamos de estímulos a tal velocidad que el miércoles ya hemos olvidado los del lunes. ¿Cuándo leímos que habían aparecido decenas o cientos de esqueletos de bebés en una fosa común de un convento de Irlanda? Ni idea. Sí recuerdo que nos quedamos en el titular y que no nos dio tiempo, en consecuencia, a imaginar la fosa. ¿Era rectangular, cuadrada, redonda? ¿Y cómo estaban ordenados los cuerpecitos de los niños? ¿Tal vez como lápices en un estuche, o contrapeados, como las sardinas en lata? Ahora nos preguntamos un montón de cosas que entonces, con las prisas de leer el siguiente titular, se nos pasaron por alto. ¿Era el convento una residencia de madres solteras? Quizá sí, pero tampoco lo podríamos jurar. La memoria, en esta época, se relaciona con el mundo como un jugador malo de ajedrez en una partida simultánea. No recordamos los últimos movimientos.

A todo esto, ¿llegó la Asamblea de Madrid a votar la ley sobre la muerte digna? He ahí un asunto de enorme interés que acabó desapareciendo entre twitter y twitter como una lagartija por una grieta. La prensa virtual está llena de rendijas por las que se cuelan las noticias cuando apenas hemos tenido tiempo de asimilarlas. Por cierto, que hablando de la muerte, también nos suena haber leído, como en una nebulosa, el anuncio de que en Arkansas habían decidido ejecutar de hoy para mañana a ocho presos para evitar que caducaran unas inyecciones letales que guardaba en la nevera. ¿Han comenzado las ejecuciones? Ni idea. A mí están a punto de caducarme también varias cajas de ansiolíticos que venía ahorrando por si el suicidio. Pero las voy a dejar caducar porque estos días he de hacer algunas gestiones en Hacienda. El problema es que no recuerdo con exactitud a qué gestiones me refiero. Además se casa el hijo de un amigo con el que tengo mucho compromiso. No encuentra uno tiempo ni para pegarse un tiro.

La vida, como la prensa digital, ha devenido en un conjunto de titulares por los que deambulamos como borrachos de tres de la madrugada entre automóviles mal aparcados. Por cierto, que un físico cuántico acaba de decir en no sé dónde que dentro de 300 años no necesitaremos cuerpo.

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