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Tino Pertierra

Sólo será un minuto

Tino Pertierra

La última promesa

Mariana: "Mi padre pertenecía a ese gigantesco club formado por millones de personas para las que el fútbol es lo más importante de las cosas sin importancia. Era seguidor de uno de esos equipos cuya mayor ambición es esquivar el abismo. Y digo seguidor para diferenciarlo de los forofos endemoniados que celebran que a un jugador contrario lo lesionen, que insultan de forma constante a rivales y árbitros y que se muestran especialmente satisfechos si se gana en el último minuto de partido gracias a un penalti injusto. Mi padre no estaba obsesionado toda la semana por los entrenamientos, las ruedas de prensa o los cotilleos de fichajes o despedidas. No era bravucón cuando ganaba ni lloriqueaba cuando perdía. Los disgustos le duraban lo justo, lo necesario para no convertir en importante lo que no lo es. Pero nunca olvidaré su tristeza los días que su equipo descendía ni su inmensa sonrisa cuando volvía a subir. A veces, cuando nadie le veía (o eso creía, porque no contaba con la espía Mariana, Mariana Bond, como él me llamaba) sacaba una vieja caja de cartón que guardaba en la estantería más alta de un armario y repasaba con un cuidado extraordinario una colección de cromos de cuando era niño, tan viejos que los colores de los uniformes habían palidecido tanto como su rostro cuando le alcanzó la enfermedad. Nunca intentó lavarme el cerebro para que fuera de su equipo y sólo me llevó una vez a ver un partido en directo. Me aburrí primero y luego rompí a llorar cuando media docena de energúmenos empezaron a chillar como bestias a mis espaldas vomitando palabras que yo jamás había escuchado hasta entonces. Mi padre me sacó de allí y no se volvió a hablar del asunto en casa. El último año de su vida, su equipo descendió pero él estaba ya tan enfermo que preferimos ocultarle esa mala noticia. Al año siguiente regresó a Primera, pero mi padre ya no vivió para verlo. El último partido de la temporada, el decisivo, fui a un campo por segunda vez en mi vida. Mientras lloraba entre cientos de desconocidos que también lloraban cuando el árbitro pitó el final tras un gol de penalti injusto en el último minuto, hice una promesa. Pero eso queda entre mi padre y yo".

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