La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago

Año crucial para Europa

Amenazada por la extrema derecha populista y el nacionalismo excluyente y xenófobo al tiempo que sometida a fuertes presiones externas, Europa se enfrenta a un año crucial de elecciones que pueden decidir su futuro.

Tanto al nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como a su colega ruso, Vladimir Putin, les interesa, aunque por distintas razones, una Unión Europea debilitada, para lo que parecen no dudar en azuzar las corrientes centrífugas que se dan en su seno.

Todos hemos visto cómo Trump se felicitaba del éxito del "Brexit" y confiaba en que otros siguiesen el ejemplo británico porque no es lo mismo para la superpotencia negociar con un bloque compacto -algo que, reconozcámoslo, no ha sido nunca Europa- que con los países por separado.

Y tras su aventura ucraniana, castigada por Occidente con la imposición de sanciones, Putin quiere a su vez extender su esfera de influencia en Europa, por lo que no duda en alentar a las derechas populistas, que no ocultan su admiración por el hombre fuerte del Kremlin.

El éxito que puedan tener esos intentos externos de debilitamiento de Europa dependerá en muy buena medida del resultado de unas elecciones cruciales como las que se celebrarán hoy en Holanda, Francia (en abril) y finalmente en Alemania (septiembre).

En Holanda, uno de los países fundadores de la Unión Europea, la extrema derecha islamófoba de Geert Wilders cobra cada vez más fuerza al punto de que podría incluso adelantar al Partido Popular Liberal y Demócrata (conservador) de Mark Rutte, que aspira a su tercer mandato.

Con todo, aun en caso de victoria electoral, a Wilders, que ha hecho bandera de su oposición radical al islam -para él, sólo una ideología "fascista"-, puede resultarle prácticamente imposible formar gobierno ya que el Parlamento neerlandés está muy fragmentado y nadie parece dispuesto a aliarse con su Partido por la Libertad.

Todavía más preocupante es el caso de Francia, donde la líder del Frente Nacional, Marine le Pen, tiene todas las posibilidades de pasar a la segunda vuelta de las presidenciales y enfrentarse a otro candidato que, en vista del desastre socialista, la división de la izquierda y la confusión extrema del bloque conservador, podría ser el joven Emmanuel Macron, europeísta declarado y favorito de los círculos financieros y empresariales.

Un triunfo electoral del este último, exbanquero y exministro de Economía del presidente socialista François Hollande antes de fundar su movimiento "En Marche", daría un respiro a los mercados aunque no a las clases trabajadoras, que recelan de las reformas neoliberales con las que pretende "modernizar" el país.

Y finalmente tenemos las elecciones en otro país central de Europa, Alemania, con un candidato nuevo, el expresidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, que parece haber insuflado optimismo al alicaído Partido Socialista, resignado hasta hace poco a un cuarto mandato de Angela Merkel.

Con su única experiencia de gobierno como alcalde de una pequeña localidad del noroeste alemán, Schulz se enfrentará a una canciller que parece ver una nueva campaña electoral como una cruz con la que tiene que cargar, pero que tratará de hacer valer en cualquier caso su veteranía en un entorno internacional inseguro con Putin en el Kremlin y el errático Trump en la Casa Blanca.

Si hemos de creerle, Schulz pretende dar marcha atrás en algunas de las reformas más antisociales de la Agenda 2010 de su correligionario, el excanciller Gerhard Schroeder, que si bien ayudaron a la economía alemana y sobre todo a su industria exportadora, precarizaron cada vez más el trabajo y aumentaron la desigualdad.

Si logra finalmente imponerse y formar una eventual coalición de signo progresista con los Verdes y, aunque muchos lo ven difícil, con la Izquierda, el dirigente socialdemócrata será juzgado sobre todo por la actitud que adopte su Gobierno hacia la Unión Europea.

En el Parlamento de Estrasburgo, cuando se trató de la crisis griega, Schulz estuvo siempre del lado de la canciller y del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, frente a Atenas, algo de lo que parece ahora arrepentirse.

¿Estará dispuesto un futuro canciller Schulz, como se desprende de sus palabras, a modificar cueste lo que cueste el rumbo de austeridad impuesto al conjunto de la UE por Angela Merkel y su implacable ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble?

La obsesión por el déficit cero de Schäuble es absolutamente tóxica en estos tiempos de auge de los populismos ya que no ha hecho más que agravar la brecha social y aumentar las tensiones en toda Europa.

Compartir el artículo

stats