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Sombras neerlandesas

Los suspiros de alivio han sido unánimes en las cancillerías europeas y en la mayoría de medios influyentes del continente: tal como reflejaban los últimos sondeos previos (esta vez, no se equivocaron), el líder de la derecha populista de los Países Bajos, Geert Wilders, mejoró sus resultados (pasó de 15 a 20 escaños) pero no pudo derrotar a los liberales del primer ministro, Mark Rutte, que logró el primer puesto en la fragmentada cámara holandesa, con 33 asientos.

Pero, cabe preguntarse: ¿es lógico el alborozo de funcionarios de Bruselas y analistas de medios ante el segundo puesto de una formación eurófoba, que solo llegó a ganar en las encuestas de hace semanas y que, a partir de ahora, se convertirá en la principal fuerza opositora?

Si miramos un poco a fondo el cuadro, vemos que han pasado desapercibidos algunos datos a tener en cuenta. Por ejemplo, los dos principales partidos del establishment neerlandés, que han formado coalición a lo largo de los últimos años (los citados liberales y los socialdemócratas), han perdido cerca de la mitad de los escaños, de unos comicios a otros.

O, si sumamos la representación lograda por formaciones como Fórum para la Democracia, animalistas o socialistas anticapitalistas, los partidos euroescépticos en un país con tasas de paro muy bajas (5.3%) suponen ya un tercio de los votos. Sin olvidar una cuestión relevante, que comparten tanto Wilders como la líder a la que todos verán con aprensión las próximas semanas (Marine Le Pen): su mayor base de apoyo está entre los menores de 60 años. Así que habrá que ser prudente en espera de lo que ocurra el 7 de mayo, fecha de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales galas y test clave para saber hasta dónde llega el avance populista.

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