La primera semana de marzo tomará las riendas del Festival Internacional de Cine de Gijón su nuevo director, Alejandro Díaz Castaño, tras un controvertido proceso de selección que hubo que repetir y que obligó a modificar las bases de la convocatoria en lo referente a la capacitación de los aspirantes en el dominio del inglés. Superado ese trance, el jurado calificador se decidió por el proyecto presentado por este gijonés nacido en 1979, crítico cinematográfico, programador y realizador de cortos, que tendrá como principal cometido relanzar la imagen de una muestra que ha sufrido un bajón en los últimos años.

Y se verá obligado a hacerlo con menos presupuesto del que manejó su antecesor en el cargo, Nacho Carballo, que ha pasado por el FICX con más pena que gloria, después de que en 2012 el equipo de gobierno de Foro Asturias decidiera destituir a José Luis Cienfuegos, alma máter de un certamen que creció, se consolidó y llegó a ser considerado, de la mano de su apuesta decidida por el cine independiente, como el "Sundance español".

Se da la circunstancia de que Díaz Castaño es un profesional muy vinculado a Cienfuegos, con el que ya trabajó en su etapa gijonesa y al que acompañó estos últimos años al frente del Festival de Cine de Sevilla, como programador. Lo cual no debería interpretarse como una vuelta al pasado o un retorno al modelo inicial de un festival que se hizo un hueco entre los principales del país pese a manejar un presupuesto muy inferior al de San Sebastián, Sitges o Valladolid. El nuevo director está llamado a dejar un sello propio en el FICX, y procurar reinventarlo. Tal vez hagan falta a partir de ahora propuestas cinematográficas más audaces y arriesgadas, sin dejar de lado a los creadores locales, que tienen en esta muestra anual un magnífico escaparate para darse conocer.

Las credenciales de este gijonés son óptimas y habrá que esperar de él que lidere el relanzamiento de un certamen que se había estancado y que incluso en los últimos años había costado más dinero del presupuestado, poniendo en peligro las cuentas de Divertia, la empresa del Ayuntamiento que gestiona el ocio y la cultura municipal.

Una pésima gestión económica y una paulatina pérdida de identidad de la muestra son los primeros escollos que habrá de sortear el nuevo director de un festival que, si bien sigue contando con el beneplácito popular, con salas abarrotadas en la mayoría de los pases, ha ido perdiendo relevancia fuera de las fronteras asturianas. Y dispone de poco tiempo para hacerlo, apenas ocho meses hasta la próxima cita, con el agravante de que posiblemente este año no podrán utilizarse las salas de los Cines Centro, en concurso de acreedores y puestas a la venta.

Díaz Castaño tiene que conseguir que el Festival Internacional de Cine de Gijón no solo siga siendo una de las referencias culturales más destacadas de esta región, sino que vuelva a ser puntero en el panorama nacional, manteniendo esa personalidad propia que le distinguió en los mejores tiempos de una muestra original que supera ya el medio siglo de existencia.