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Arquitectos

La casa pasiva (passivhaus): lo que es y lo que no es

El camino hacia los edificios de consumo casi nulo para frenar el deterioro medioambiental y procurar la sostenibilidad

El estándar Passivhaus, que lleva aplicándose más de 25 años, es el modelo de referencia de los edificios de consumo energético casi nulo que la normativa europea ha impuesto para el año 2021, como la única alternativa posible para frenar el deterioro medioambiental y procurar la sostenibilidad. Y lo es porque va mucho más allá de las exigencias oficiales, situándose por ello a la vanguardia de la construcción energética eficiente.

Un edificio pasivo ha de garantizar el confort climático suministrando la energía para calefacción y/o refrigeración sólo a través del aire de la ventilación, cuyo caudal ha de ser el mínimo necesario para asegurar la calidad del aire en los espacios interiores y garantizar la extracción al exterior de agentes que puedan ser nocivos para el cuerpo humano o para el edificio y, simultáneamente, tan reducido que sea imperceptible para los usuarios. Evidentemente, al suministrar la energía a través del aire, lo que sólo es posible si la demanda energética del edificio es muy baja, no es necesario el sistema convencional de calefacción y de refrigeración, lo que supone un importante ahorro económico.

No obstante, en la práctica es habitual instalar una estufa de leña o pellets que, ubicada en el salón, dará a éste un ambiente más hogareño y bastará para calentar toda la casa; incluso, podemos utilizar un sistema más convencional: bastaría instalar uno o dos radiadores para toda la vivienda, en lugar de uno en cada estancia.

Frente a lo que algunos puedan pensar, un edificio pasivo no resulta caro: el estándar Passivhaus es económico a corto plazo (respecto a un edificio convencional, el sobrecoste no supera el 10%), rentable a medio (el sobrecoste se amortiza antes de 10 años debido al ahorro energético) e imprescindible a largo plazo (los edificios convencionales apenas tendrán valor). Y, aunque no podamos dar un valor económico concreto, también cuentan, y mucho, los beneficios que para la salud suponen el confort interior y la calidad del aire que tendremos desde el primer momento. El inconveniente mayor es la dificultad de cumplir con los requisitos tan exigentes que se establecen: el estándar Passivhaus mide, mediante un programa de planificación propio que resulta de gran ayuda para el arquitecto desde la fase inicial de diseño (PHPP), diversos valores del edificio asociados al consumo energético (demanda para calefacción y refrigeración, consumo de energía y hermeticidad al paso del aire); todo ello pensado para optimizar las soluciones del proyecto, tanto de diseño como de construcción, con el objetivo de alcanzar los valores exigidos con los mínimos recursos posibles.

Para conseguir la calificación Passivhaus, estos valores han de ser muy bajos y no resulta nada fácil lograrlo, ya que es imprescindible un exquisito rigor tanto en la planificación y desarrollo del proyecto como en la ejecución de la obra.

Aceptemos, pues, que construir una vivienda o un edificio pasivo no es en absoluto fácil, y no puede serlo porque, en definitiva, se trata de conseguir la excelencia constructiva. No es correcto decir que un edificio es pasivo por cumplir uno o más requisitos del estándar Passivhaus, o por incorporar un aislamiento excelente, o por demostrar una demanda energética muy baja en base a una herramienta de cálculo distinta a la oficial.

Semejantes edificios ni satisfacen ni se asemejan al estándar Passivhaus. Sólo debe ser definido como pasivo aquél que ha sido diseñado y medido con el PHPP y cumple todos los requisitos del estándar. Afirmar que un edificio es pasivo cuando durante su diseño y construcción no se han respetado los protocolos de garantía de calidad que establece el estándar es, en el mejor de los casos, falso, y en el peor, un engaño y un fraude.

Baste recordar que a pesar de los muchos intentos actualmente sólo hay en Asturias tres viviendas que han podido ser reconocidas oficialmente como pasivas, y treinta y cuatro en toda España.

Ésta es la meta y cuanto más conscientes seamos de ello más cerca estaremos del objetivo. El camino es una dura maratón en la que tendremos que participar en mayor o menor medida todos los que nos dedicamos a este maravilloso oficio, donde encontraremos obstáculos pero también muchas satisfacciones y mucho aprendizaje. Aunque cada paso dado es un triunfo, hemos de tener presente que, como en toda maratón, no basta con apuntarse y trotar un par de kilómetros, ni hacer media carrera, ni siquiera podemos ni debemos conformarnos con llegar a ver la meta: sólo se hace una maratón si se completa la carrera y, finalmente, se traspasa la línea de meta, que, en este caso, es la certificación oficial como Casa Pasiva.

¡Bienvenidos a la carrera por un futuro mejor!

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