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Gerard Manley Hopkins

Antonio Spadaro es jesuita y director de la publicación quincenal "La Civiltà Cattolica". En una entrevista que le concedió el Papa Francisco, éste le confesó que los escritores de su predilección son Fiódor Dostoyevski, Friedrich Hölderlin, Alessandro Manzoni y Gerard Manley Hopkins. No son los únicos, pues se sabe que el Papa ha leído y comentado en las clases de Literatura, que impartía en Argentina, a Virgilio, Sófocles, Dante, Cervantes, Fernando de Rojas, Borges, García Lorca, José María Pemán, José Hernández, Joseph Malègue y Leopoldo Marechal, entre otros.

De los autores mencionados expresamente por el Pontífice, tal vez el menos conocido en España sea Gerard Manley Hopkins. Nació el 28 de julio de 1844 en Stratford. No el de Shakespeare, sino el que se halla actualmente en la conurbación londinense. Era el mayor de los nueve hijos de Catherine Smith y Manley Hopkins. Durante el período escolar, Gerard Manley mostró unas cualidades extraordinarias para el estudio, como acreditan los premios otorgados en lenguas clásicas, poesía, prosa latina e historia.

A los dieciséis años escribió un poema titulado "El Escorial", en el que evocaba, en estrofas spenserianas, el palacio monasterio español; poco después, el poema de estilo keatsiano "Una visión de las sirenas". Luego vendrían nuevos versos y constantes anotaciones en sus diarios. No resulta, pues, extraño el que, con el gran bagaje cultural del que hizo acopio en el período de primera instrucción, lograra ingresar en el Balliol College de la Universidad de Oxford y obtuviera una beca para estudiar Literae Humaniores, es decir, literatura griega y latina, historia, filosofía, lógica y teología.

Oxford bullía, por entonces, con los debates acerca de la verdadera naturaleza de la Iglesia, o la centralidad de la Eucaristía, o la necesidad de la Tradición, o la autenticidad de la Sucesión apostólica, o si la Iglesia de Inglaterra era parte de la Iglesia católica. Tenían su origen en el sermón pronunciado en 1833 por el clérigo anglicano John Keble, titulado "Apostasía nacional", en el que defendía los privilegios anglicanos, advertía de la deriva hacia la que conducía la indiferencia y denunciaba la falta de respeto para con los sucesores de los apóstoles.

Las palabras de Keble produjeron gran conmoción en la pequeña ciudad universitaria. Mas, para repristinar el anglicanismo, como reclamaba el predicador, era preciso llegar a una formulación clara de la doctrina. Y con este fin surgió el Movimiento de Oxford, del que fue notable promotor John Henry Newman, fino intelectual, que se convirtió al catolicismo, se hizo sacerdote e ingresó en la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri; el Papa León XIII lo creó cardenal titular de la iglesia de San Giorgio in Velabro. Fue precisamente Newman quien, el 21 de octubre de 1866, en el Oratorio de Edgbaston, recibió en la Iglesia católica al joven Gerard Manley Hopkins, que abandonó el anglicanismo tras haber padecido una aguda crisis emocional y religiosa.

Hopkins entró en 1868 en la Compañía de Jesús. Antes, destruyó todos sus poemas. Se han conservado, sin embargo, las copias que él mismo había regalado a su amigo Robert Bridges, quien los publicó en 1918. Estuvo años sin escribir un verso. Hasta que tomó de nuevo la pluma para componer su magno poema "El naufragio del Deutschland", en memoria de cinco monjas franciscanas, exiliadas de suelo alemán por las leyes de Adalbert Falk, que se ahogaron cuando el barco encalló en Kentish Knock.

Fue ordenado sacerdote y ejerció el ministerio en diferentes lugares de Gran Bretaña e Irlanda, hasta su fallecimiento en Dublín, a causa del tifus, el 8 de junio de 1889. Tenía 44 años y a sus padres junto al lecho de muerte. "Soy tan feliz, soy tan feliz", fueron sus últimas palabras. En español existen dos biografías suyas. La del jesuita Manuel Linares Megías, "Vida de Gerard Manley Hopkins", y la de Neil Davidson, "El ceño radiante. Vida y poesía de Gerard Manley Hopkins". El Padre Linares Megías ha hecho también una recopilación bastante completa de sus poemas, editada por Mensajero y la Universidad de Deusto, y hay tres volúmenes de poesías, traducidas por José Julio Cabanillas, Antonio Rivero Taravillo y Delia Pasini.

La poesía de Hopkins no es para recrear la mirada con su lectura, sino para ser declamada. Las palabras componen una melodía de métrica encabalgada (outriding). Algunos poemas están escritos en ritmo corredor (running rhythm), otros en ritmo saltarín (sprung rhythm), el resto en una mezcla de los dos. Durante los años de estudio en la casa de formación jesuítica exploró la poesía hebrea, latina, griega, italiana, española, anglosajona, nórdica antigua e islandesa, y el uso que se hacía en éstas de la acentuación, aliteración y asonancia. "La poesía es el habla formulada para la contemplación de la mente a través del oído, o habla formulada para ser oída por su interés intrínseco al margen incluso del interés de su significado".

Hopkins descubrió en Gales la belleza del repique consonante (consonant chime) y el ritmo interno (cynghanedd), y allí fue en donde comenzó a escribir los versos que lo harían inmortal. Y es precisamente ese ritmo de rap con el que él supo acompasar su versificación el que ha hecho que su producción literaria sea considerada como el prototipo de obra poética que ha logrado aunar la sonoridad de las modalidades de expresión oral ancestrales y las actuales. El lector curioso podrá apreciar este efecto en dos registros de Youtube en los que Dylan Thomas y Richard Burton recitan "El eco del plomo y el eco del oro" (The Leaden Echo and The Golden Echo).

Por otra parte, en la biblioteca de Stonyhurst encontró el comentario del franciscano Duns Escoto sobre las sentencias de Pedro Lombardo. Para Hopkins constituyó un verdadero hallazgo la teoría escotista de la individuación, según la cual cada cosa o persona tiene una esencia única o "haecceitas", en la que el novicio jesuita veía una admirable concomitancia con su idea del "selfbeing": "Mi selfbeing, la conciencia y sensación de mi propio ser, ese sabor de mí mismo, de yo y mí por encima de y en todas las cosas, que es más peculiar que el sabor de la cerveza o el alumbre, más peculiar que el olor del alcanfor o la hoja de nogal, y es incomunicable por cualquier medio a otro hombre. Ninguna otra cosa en la naturaleza se acerca a ese stress indecible de intensidad , peculiaridad y selving, ese selfbeing que me es propio".

La unión espiritual con Duns Escoto se manifestaba, además, en la noción hopkinsiana de "inscape", es decir, la estructura interna de cada cosa o conjunto de cosas. Mientras que el "instress" es la fuerza o energía del ser contenida en el "inscape". Estos dos conceptos son fundamentales en el universo poético y religioso de Gerard Manley Hopkins, para quien la Naturaleza era fuego heraclitano, belleza salvaje ("brute beauty") y obra de Dios, y yo, "en un fulgor, al son de la trompeta, soy enseguida lo que Cristo, ya que él fue lo que yo; y este donnadie, burla, trasto roto, remiendo, viruta, será inmortal diamante, es diamante inmortal".

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