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Fernando Granda

Aquel kilómetro culto de mi pueblo

Turiellos era un pueblín, una aldea bañada por dos ríos como una pequeña Mesopotamia, entre el Tigris y el Éufrates. El Nalón y el Candín enmarcaban una aldea verde del centro de Asturias a mediados del siglo XIX. Se cumplen ahora 160 años desde que Pedro Duro inaugurara -un año después del funcionamiento del pionero ferrocarril de Langreo- una siderurgia que llegaría a ser un emporio industrial que alcanzaría la cumbre, ser el pueblo más industrioso de España. Lo que hoy llamamos clúster, un núcleo formado por una factoría principal con otras secundarias a su alrededor y dotado de todo tipo de servicios. Las minas de carbón, un primitivo horno de coque y la carretera carbonera impulsada por Melchor Gaspar de Jovellanos habían estimulado la llegada de la industria transformadora, la química y la formativa que completaron el progreso de un rural valle verde.

La parroquia de Turiellos se extendió entonces por las praderías de La Felguera -tierra de helechos- y la población fue aumentando al tiempo que la industria siderometalúrgica crecía. Alrededor de esa explotación fueron llegando factorías químicas, eléctricas, farmacéuticas, de montaje, a la vez que se integraban en un mestizaje humano enriquecedor. En el primer tercio del siglo XX el emprendedor Pedro Duro, estableció la asistencia médica y farmacéutica, fundó casas de socorro, construyó viviendas sociales y hasta cajas de ahorro. Riojano, de cercano nacimiento al municipio burgalés de Santa María de Bujedo, donde la orden de Juan Bautista de La Salle tenía su noviciado, creó las escuelas gratuitas para los hijos de los trabajadores de su fábrica que funcionaron hasta la desaparición de esa industria en La Felguera en 1984. Dos tercios de siglo estuvieron a cargo de los hermanos de La Salle, donde estudiamos la mayoría de quienes nacimos y crecimos en Langreo.

Llegaron también los dominicos que fundaron una escuela femenina y luego se hicieron cargo del colegio San Pedro, centro masculino creado por un grupo de profesionales que pasó a llamarse Santo Tomás. Completaban el plantel educativo la Escuela de Maestría Industrial y la Academia Mercantil. Al no ser cabecera municipal no había en la parroquia felguerina, que alcanzó varias decenas de miles de habitantes, más que unas escuelas públicas y ningún instituto de enseñanza, cubierta ésta por centros privados, pero estudios de la Unesco señalaron a La Felguera en 1961 como el "kilómetro más culto de Europa".

La evolución industrial fue cambiando desde entonces el panorama fabril de la zona y se inició una decadencia que llevó a trasladar la actividad productiva a otros municipios en unos casos, a desaparecer en otros y dejar La Felguera en un recuerdo de lo que había sido. La siderometalurgia y la industria de montaje desapareció, a la vez que la enseñanza relacionada con ellas. La minería fue cerrando sus explotaciones y solamente la químico-farmacéutica resiste en Langreo con la factoría Bayer, fabricante de la aspirina para todo el mundo. Ya ni el último reducto de Duro Felguera permanece entre el Nalón y el Candín.

El pueblo se ha renovado completamente, los ríos discurren limpios y con agua transparente, la atmósfera está casi libre de humos, pero la enseñanza va desapareciendo. Los frailes de La Salle se fueron, la maestría industrial cesó, la academia Mercantil desapareció y el centro de los dominicos redujo su actividad. Ahora anuncia LA NUEVA ESPAÑA que "El colegio Santo Tomás de La Felguera cerrará sus puertas tras 87 años" de actividad de la Orden de Santo Domingo en la zona. Solamente queda una concentración educativa dominica en el pueblo en el nivel de secundaria. Y, en cuanto a formación industrial, el parque empresarial de la Ciudad Tecnológica de Valnalón. Ya pocos recuerdan la historia de aquella pequeña Mesopotamia.

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