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Desde mi rincón en Balmor

Hasta siempre, Barthe

Recuerdos de los años compartidos con el dermatólogo fallecido

Día fatídico el pasado sábado día 18, fecha en que vuela la noticia del fallecimiento del dermatólogo Adolfo Barthe Aza. Uno se queda de piedra y no sabe reaccionar. Es una noticia que no te esperas y que uno se niega a reconocer.

Rápidamente se amontonan los recuerdos y vivencias de unos años compartidos que jamás podré olvidar, como nunca podré olvidar y así te recordaré siempre con esa pose tan tuya de "las gafas sobre la frente, una mirada de pillo y esa sonrisa tranquilizadora" cuando algún tema problemático salía en una conversación. El tiempo me demostró que en esos momentos dominabas la situación, sabías quitar "hierro al asunto" y a partir de ahí a seguir siendo positivos.

Mira Adolfo, solamente por haberte conocido a ti, por la estrecha relación que mantuvimos tanto en lo profesional como en lo político me considero un tío de suerte. Proviniendo de una familia trabajadora como la mía el llegar a un mundo social y profesional desconocido y encontrar a una persona como tú, consejero y amigo, fue una bendición.

Conocí a Barthe (así le llamábamos todos) en mis albores en la especialidad; por aquel entonces se habían consolidado dos grandes profesionales en la dermatología asturiana, los doctores Adolfo Barthe Aza y Miguel Casas Marín, ocupando el espacio que previamente habían liderado los doctores Varela y Oscar Mairlot en Oviedo y Luis Robés en Gijón. Con los doctores Mairlot y Robés tuve la suerte de compartir amenas charlas y aprender de su experiencia en el manejo de los enfermos de la piel en aquel entonces. Con Casas y Barthe trabajé y me forje en el diario trabajo que luego practiqué y sigo practicando. Fue Barthe quien más me impactó; siendo ya un profesional reconocido formado con el profesor Gómez Orbaneja en Madrid, formaba parte de un grupo de dermatólogos clínicos impresionantes (profesor Quiñones, catedrático de Dermatología de Valladolid y asturiano ejerciente, y profesor García Pérez, del que recibí mis primeras lecciones de dermatología en la Facultad de Medicina de Salamanca...). Figura social y política emergente, su sencillez en el trato, sus "puertas abiertas para todos", ya le hacían diferenciarse de los demás. Con el paso del tiempo compartimos consulta durante años y fue una etapa enriquecedora; con él mejoré mi formación y me forjé y maduré como profesional en la relación con el paciente. Su práctica diaria desinteresada, su accesibilidad para el enfermo, su humanidad en el trato, su forma de transmitirles a los pacientes problemas graves fue algo que me impactó y me forjó para mi desarrollo profesional.

Fueron años de trabajo, compartir pacientes, discutir sobre sus problemas. Fines de semana de trabajo (congresos, reuniones, cursos, etc.) y fue, por todo, la época de mi vida más enriquecedora. Por todo ello, Barthe, muchas gracias.

Pero hubo más. También en las albores de la democracia Barthe me busca en Moreda para ayudarles a lanzar en el concejo de Aller el proyecto de UCD, partido formado por unión de la socialdemocracia de Fernández Ordóñez, los liberales de Garrigues y los demócratas cristianos de Herrero de Miñón, agrupadas en torno al líder Adolfo Suárez.

Meses después me incorporé de lleno al desarrollo e implantación del partido en toda Asturias. Descubrí entonces un mundo nuevo, siempre bajo su estímulo y protección. En esa época de reuniones interminables, asambleas, viajes por toda Asturias, elecciones? descubrí otro Barthe, el Barthe que me inculcó que a la política se va a "servir a los demás" no a "servirse de los demás". Siempre fue una persona desinteresada que prestaba ayuda a quien se lo pidiera y eso "a cambio de nada". Tenía el paraguas de su profesión para vivir. Entiendo que en aquellos momentos disfrutaba de una situación personal perfecta para la actividad política, y creo que hoy día tiene que haber políticos profesionales dedicados en cuerpo y alma al servicio de los demás y no de los partidos políticos, que tengan formación y curriculum suficientes, que sean algo con más peso que esos pegacarteles que proliferaron en todas las formaciones políticas actuales.

Fueron momentos ilusionantes pero difíciles, por eso me da mucha pena que la nueva "casta" que llegó a la política actual, la mayoría criados con todo lo bueno que se pudo hacer entonces, digan que hay que volver a realizar una nueva transición. Son políticos que miran por el espejo retrovisor y no hacia el futuro. Reconozco que en la vida todo es mejorable, hasta los curriculum de esa nueva clase dirigente, pero despreciar de esa manera lo que se hizo en aquellos momentos incluso con un golpe de Estado por el medio es despreciar a líderes de aquellas decisiones que se tomaron siempre para aplicar y mejorar la democracia sumando esfuerzos, uniendo en todo momento, como Adolfo, quien siempre actuó con el fin de mejorar la convivencia, multiplicando esfuerzos y no dividiendo a las gentes de nuestra querida España. Copien algo de Barthe, de su talante, de su saber encajar y unir; su hombría y honradez, debería servirles para al menos recordar antes de tomar decisiones.

Adolfo, me hiciste conocer la política, ¡qué enriquecedora aquella etapa! Me hiciste mejor persona pues tu sombra siempre estaba a mi lado.

Termino, podría escribir un libro de anécdotas que vivimos juntos a lo largo de la vida, pero no es el momento. Sólo quiero hacer una última reflexión. Fuiste un hombre valiente, decidido, honrado, humano y creyente, virtudes que hicieron que a pesar de tanta entrega a los demás, en la dermatología y en la política, así como en múltiples actividades culturales, tuviste siempre a tu familia, a la que adorabas, y de la que nunca olvidaré la "foto" en tu adiós el pasado lunes.

Adolfo, estoy seguro de que en el cielo ya te estás haciéndote notar, paezme que estoy viéndote con un coro de ángeles a tu alrededor enseñándoles el "Dime xilguerín parleru" que tantas veces entonaste en cenas y reuniones de amigos.

Con un fuerte abrazo para tu familia me quedo con tu recuerdo ejemplarizante.

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