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Tino Pertierra

Sólo será un minuto

Tino Pertierra

Lo que no prescribe

Yolanda: "Las humillaciones no prescriben. No para mí, al menos. Creo en la capacidad curativa del rencor y no me siento mal por ello. Todo lo contrario. Tampoco soy de las que esparcen culpabilidades ajenas alegremente. Soy bastante responsable cuando se trata de juzgar a quien me ha hecho daño. O ha intentado hacérmelo porque el grado de tentativa también tiene consecuencias penales conmigo.

Eso quiere decir que no me dejo llevar por arrebatos encendidos por el dolor o la decepción del momento. Dejo pasar un tiempo prudencial. Me pongo en el lugar de la otra persona. En sus motivos, que a veces surgen por la propia dinámica de las circunstancias de cada uno (sobre todo en el trabajo, que es un nido de enfrentamientos que nacen de la inercia competitiva o de las maniobras menos edificantes de los jefes sobre sus empleados). O en la ligereza o el descuido imprudente con el que actuamos a veces tomando decisiones o hablando más de la cuenta sin ánimo de hacer daño pero haciéndolo por no calcular debidamente lo que eso puede provocar en los demás.

No. Yo me refiero a las humillaciones que nacen y crecen y se ejecutan con total dominio de las razones por las que se llevan a cabo y deseando que haga y el mayor daño posible. Empleo la palabra humillación porque es la que engloba más heridas profundas. En la pareja o en el trabajo o en la familia o en la amistad. A veces disimulamos y buscamos otras denominaciones en el vocabulario, pero lo principal y demoledor sólo puede llegar de una humillación que nos desarma y ofende y desprecia y rompe. En mil pedazos. Y cuando eso ocurre no hay que perder el tiempo buscando razones para perdonar. Ni mucho menos para olvidar porque hay heridas en la memoria que se pueden vendar pero no curar. Nunca. Por eso no prescriben".

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