El equipo de gobierno del Ayuntamiento de Gijón parece el asno de Buridán: ni come, ni deja comer. Cuenta la leyenda que el burro en cuestión, por no saber elegir entre un montón de avena y un cubo de agua, murió de sed o de inanición, pero murió, sin duda, por indeciso. Así les pasa a los foristas municipales, que se atascan con frecuencia en la toma de decisiones o se equivocan en la elección de los compañeros de viaje: cuando están sedientos, comen heno. Cuando tienen sed, se atiborran a paja. De manera que sólo aciertan cuando rectifican, pero les cuesta enorme sacrificio cambiar de caballo a mitad del río. A estas alturas del mandato aún no saben si ir con los de la feria o volver con los del mercado.
Por mucho que aludan a razones técnicas y administrativas, es de juzgado de guardia que no encuentren solución al retraso en la entrega de las subvenciones a las entidades sociales de la ciudad, que por falta de fondos económicos se encuentran con el agua al cuello y se ven obligadas a recurrir al crédito. Lo del departamento de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Gijón clama al cielo: que año tras año quede dinero sin gastar, a pesar de las necesidades acuciantes que existen en la ciudad y que exigen implicación municipal urgente, es pecado muy poco venial.
Como la burra bíblica y parlanchina de Balaam, la gente de Moriyón parece a la espera de que aparezca un heraldo divino con una espada de fuego que le indique qué camino tomar. Ocurre que los milagros no existen y que los burros no hablan.