A los representantes políticos del espectro municipal (no confundir en este caso la acepción espectro con la que tiene de fantasmagórica) habría que someterlos, en este momento crucial de la toma de decisiones, a una sola pregunta: ¿Qué ha de resolverse en Gijón con mayor urgencia, la llegada del AVE o la puesta en marcha efectiva del plan de vías?
Sin lugar a dudas, el plan de vías resulta más urgente y necesario. Entre otras cosas, porque la llegada del tren de alta velocidad a una estación de ferrocarril de la Señorita Pepis, como de casa de muñecas, provisional y alejada del centro sería una barrabasada.
Al Ministerio de Fomento hay que apretarle el nudo con el proyecto ferroviario local, para lo cual se requiere unanimidad de los actores políticos y de los agentes sociales de la ciudad. Nadie duda en Gijón que cualquier nuevo retraso en la puesta en marcha de un proyecto que duerme el sueño de los justos por inacción sería una desvergüenza y una indignidad de mayúscula hechura.
Cualquier ocurrencia de reciente factura, cualquier añadido de blanqueo de conciencias o gesto inoportuno y a destiempo de cara a la galería para ganarse el aprecio de la ciudadanía tirando de demagogia de saldo en ambos proyectos no conseguirá otro objetivo que discutir todavía durante unos cuantos años tanto sobre la arribada del AVE a una estación que no existe como de la construcción de una parada digna para un tren ultraligero que desconocemos si llegará algún día.
