Asturies con Bici, ese grupo animoso de amigos del velocípedo que además de desplazarse sobe ruedas por Gijón aboga por una ciudad limpia de humos y saludable, ha propuesto habilitar un carril para bicicletas en el túnel del metrotrén, ese agujero faraónico que se sabe dónde empieza pero se desconoce si alguna vez tendrá algún fin útil que no sea convertirse en ladrillazo arrojadizo entre partidos políticos.
Como quiera que el socavón de las desdichas está inundado, antes de convertirlo en senda cicloturista habría que bombear al exterior miles de metros cúbicos de agua. De manera que la propuesta de Asturies con Bici quedará seguramente en agua de borrajas.
Debería abrir el Ayuntamiento un buzón de sugerencias ciudadanas sobre usos posibles -y además plausibles- para el pozo sin fondo, para el agujero más sonrojante de la reciente historia de esta ciudad. Y que los gijoneses, con su habitual retranca, señalaran qué se puede hacer para mantener activo el túnel anegado. Vayan desde estas líneas las primeras ideas: una monumental plantación de champiñones, especie micológica que, como bien saben, requiere de un sitio oscuro para procurarse un sano crecimiento; un campo de regatas para practicar piragüismo "in door"; un recorrido turístico en góndola, con gondoleros ataviados con la camiseta del Sporting que en lugar de "O sole mio" entonaran a capela "Gijón del alma"; y en último caso, un escenario claustrofóbico para las celebraciones más oscuras de la "Semana negra", compatible con una sala de proyecciones subterránea para una nueva sección del Festival Internacional de Cine dedicada al terror psicológico y a las apariciones fantasmales.
