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Profesor de la Universidad de Oviedo

La inmigración europea, problema de difícil solución

África y los controles de entrada en el mundo occidental

Una clasificación de las migraciones humanas las divide en tres grandes bloques: el primero, las migraciones forzadas por motivos de coacción como guerras, revoluciones, persecuciones ideológicas, raciales o de otro tipo, las cuales están formadas por refugiados y desplazados; el segundo bloque incluye las migraciones voluntarias que suelen ser por razones económicas y de bienestar material o por el deseo de vivir en sociedades con sistemas más democráticos y con mayor respeto por las libertades y los derechos humanos; el tercer bloque lo forman las migraciones derivadas de desastres o problemas medioambientales. Según Naciones Unidas, en 2010 había 16,3 millones de refugiados en todo el mundo, lo que es más que en 2005, pero menos que en 1990.

A nivel mundial la mayoría de la migración es interna, o sea dentro del propio país, representando más de tres cuartas partes del total. A continuación me centraré únicamente en la migración internacional (entre países) de origen voluntario, que como se comentó es generada principalmente por motivos económicos.

El número de migrantes internacionales en los últimos años ha crecido más deprisa que la población mundial hasta alcanzar en 2015 los 244 millones de personas, lo que supone el 3,3% de la población mundial (www.unpopulation.org). En Europa, desde 2010 a 2015 el número de migrantes internacionales ha aumentado en 20 millones. Por grandes regiones, donde más migrantes internacionales había en 2015 era en Europa y en Asia, donde vivían unos 78 millones en cada una de ellas.

Si se analiza la migración por grandes zonas, dividiendo el mundo en Norte (países desarrollados) y Sur (países en desarrollo o subdesarrollados), con datos de 2013 se observa que aproximadamente el 72% de los migrantes salen del Sur y de ellos más de la mitad van también al Sur, es decir, la mayoría de la migración originaria en países pobres va a otros países pobres. Solo aproximadamente el 37% de la migración internacional es desde países pobres a países desarrollados. Dentro de los países del Sur es especialmente interesante analizar el caso de África por su importancia relativa, por su tendencia y porque su destino prioritario es Europa.

África fue el continente que más creció en el número de salida de migrantes entre 2001 y 2010, subiendo un 53% en dicho periodo. El mayor crecimiento se ha producido en África Occidental. En contra de la creencia bastante generalizada, según datos recopilados por Flahaux and De Hass, los países africanos con relativamente mayores niveles de desarrollo son los que más migrantes extra-continentales aportan, lo que confirma las teorías de diversos expertos en el tema como Skeldon y Zelinsky, y la teoría denominada "trampa de la pobreza", que afirma que las personas demasiado pobres no pueden intentar migrar por falta de los medios económicos necesarios.

Es muy probable que en los próximos 20 o 30 años aumente bastante o mucho el flujo de migrantes desde África hacia Europa por dos razones principales: su esperado crecimiento de población y el logro en la zona de algunas mejoras económicas. Según las estimaciones de las Naciones Unidas, de aquí a 2050 más de la mitad del crecimiento de la población mundial se producirá en África previéndose que pasará de tener 1.186 millones de habitantes en 2015 a unos 2.478 millones en 2050, lo que supone un incremento de 1.292 millones de habitantes. Además la mayoría de su población actual es menor de 30 años, lo que favorece la migración. Por otro lado, pese a ser el continente de mayor pobreza, pequeñas mejoras económicas facilitarán acceder a ciertos bienes y servicios, como televisión, internet y los teléfonos móviles inteligentes, que permiten visualizar la enorme diferencia de calidad de vida de su lugar de origen y el mundo desarrollado. Adicionalmente estos teléfonos inteligentes facilitan la migración al proporcionar información sobre las rutas adecuadas en cada momento, así como la forma de guiarse a través de sus sistemas GPS.

Frente a las razones anteriores está el efecto barrera a la entrada descontrolada de migrantes que se produce en los países desarrollados. Este tema del control de la migración de entrada en el mundo occidental es muy delicado y complejo, y además si las previsiones anteriores se cumplen se volverá mucho más difícil en los próximos años debido a su probable crecimiento. Todos los países desarrollados tienen establecidas fuertes restricciones políticas, policiales e incluso físicas (muros y vallas) dado que por desgracia estos países no podrán hacerse cargo de todos los migrantes que llegan a sus fronteras. No obstante, no deberían usarse atajos que vulneren los derechos humanos para impedir su entrada. La alternativa de eliminar barreras y limitaciones parece meramente demagógica y poco realista, pues si se piensa que todas las personas son libres de ir al país que deseen (artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos humanos) y de disfrutar de los derechos básicos del país de destino, no sólo deberían eliminarse dichas barreras, sino que incluso se deberían poner los medios al alcance de los más pobres para permitirles ejercer tales derechos y de esta forma probablemente los países desarrollados verían seriamente disminuidos sus niveles de bienestar. Esto último generaría una entrada masiva de migrantes en los países ricos, muy superior al volumen de entradas actuales. Adicionalmente, debe tenerse en cuenta que muchos de los migrantes originarios de África son musulmanes, que esta religión se prevé será con diferencia la que más crecerá en los próximos 30 años y que hay opiniones muy extendidas entre los musulmanes sobre temas como: la igualdad entre sexos, la homosexualidad, la libertad religiosa, la apostasía, la blasfemia, etc., cuya aplicación no es viable en las culturas democráticas occidentales. En un estudio de Transatlantic Trends de 2014 se obtiene que solo el 33% de los europeos creen que los musulmanes se integran bien en el país de llegada.

La opinión pública de los ciudadanos europeos no es muy favorable a los migrantes recibidos. Un estudio de 2014 de Pew Research Center en diversos países europeos, incluido España, indica que de media el 36% de los consultados relacionan inmigración con la comisión de delitos. Otro estudio de este mismo organismo de 2015 señala que una de las dos preocupaciones que más han aumentado en la Unión Europea es la inmigración. Otro trabajo de OIM/Gallup realizado entre 2012 y 2014 a nivel mundial concluye que en la Europa mediterránea más de la mitad de la población es partidaria de bajar el número de inmigrantes, concretamente en España el 56% de los encuestados.

Si consideramos todo lo anterior vemos que muy probablemente nos enfrentamos a un futuro muy oscuro en el tema de inmigración en Europa durante los próximos 20 o 30 años.

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