La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

¿Qué hacer con los libros?

Algunas soluciones para que los textos circulen a la búsqueda de nuevos lectores

Una amiga mía, profesora de un colegio, me comentó que había tenido que informatizar la biblioteca del centro. Su sorpresa fue grande cuando encontró que ¡muchos de los libros destinados a los alumnos jamás habían sido abiertos! Hace poco, a una chica de unos 12 años, aficionada a la pantalla electrónica, le ofrecí dos libros de Julio Verne. Exclamó: "¡Están en la biblioteca del cole, pero no los he leído!". Finalmente, los leyó con gusto y ya le he proporcionado otro par.

Indudablemente estamos en tiempos de transición de la cultura basada en letra impresa a la basada en imágenes, que requiere menos esfuerzo mental que la lectura o la expresión oral.

El paso de la comunicación oral a la escrita se produjo en Grecia en el siglo V a. C. El registro escrito fue la base de los grandes imperios del Mediterráneo. Más tarde la revolución de Gutenberg, con el invento de la imprenta, transformó la sociedad. Remodeló todas las áreas de la vida y llegó a democratizar la cultura. Fue una verdadera revolución cultural, aunque seguían en uso la comunicación oral y la escrita a mano. La lectura enriqueció esas tareas tradicionales, siendo una base apreciada para el arte de la conversación. No desapareció en tiempos de la televisión ni tampoco con la llegada de la siguiente revolución: la era de la pancomunicación electrónica. Los nuevos medios, como queriendo amistarse con los que reinaron durante cinco siglos, ayudaron a catalogar, ordenar y localizar los libros en las bibliotecas.

Durante milenios las bibliotecas fueron templos de la cultura impresa. En la Universidad de Salamanca incluso se castigaba con la excomunión a los que no devolvían a su biblioteca el libro prestado. Otro tipo de castigo cruel, esta vez por leer demasiado, sufrió Don Quijote, donde, previo escrutinio del cura y del barbero, se procedió a la quema de los libros que supuestamente le hicieron enloquecer.

Y en nuestros tiempos ¿qué hacer con los libros para no enloquecer con los que se van amontonando en casa y que una vez leídos acumulan el polvo con sus correspondientes ácaros?

Por supuesto, existen libros de los cuales no queremos desprendernos por considerarlos nuestros compañeros de vida, amigos inseparables. Ya su sola presencia en la estantería nos reconforta y trae recuerdos. Como dijo Arturo Pérez-Reverte: "Una biblioteca es un proyecto de vida que nunca llega a culminarse del todo. Eso es lo triste y lo fascinante".

¿Pero qué hacer con esos libros que ya han sido leídos y no pertenecen al gremio de los elegidos? Partiendo de la idea de que el libro es para leerlo y que no debe estar en el cementerio de una estantería, su destino es circular a la búsqueda de nuevos lectores.

Cada país suele dar una solución a este tema.

En Inglaterra es muy frecuente ver en la calle, delante de una casa, una caja llena de libros, con una nota: "Free books" (libros gratis). Otra solución ingeniosa son las características cabinas de teléfonos británicas, que cayeron en desuso con los teléfonos móviles. Como forman parte del paisaje urbano inglés, permanecen en su lugar como piezas de museo. Siguen decorando las calles, pero ahora cobijan los libros que la gente deposita en ellas para el uso y lectura de otros. También en Inglaterra hay anticuarios de libros con el anuncio de: "Todo a 1 libra esterlina".

En Estados Unidos son comunes las "garage sale" (venta de garaje), donde de vez en cuando se vende todo lo que sobra en casa, también algún libro, por precios simbólicos. Lo que no se consigue vender acaba en una caja en la calle a libre disposición de los transeúntes. En los anticuarios de libros se pueden encontrar verdaderos "mirlos blancos" procedentes de liquidación de bibliotecas públicas o privadas, incluso las primeras ediciones de los Nobel de hace cien años. Finalmente, los libros que no tuvieron comprador se venden al peso en determinadas ventas especiales.

En Francia es posible encontrar títulos interesantes, particularmente de la literatura clásica, dentro de los revoltijos de libros en los mercadillos callejeros.

En Polonia, además de los puestos de libros de segunda mano que se encuentran en los mercados, al lado de los de fruta y verdura, hay otras soluciones. En algunas ciudades, el municipio colocó en las calles estanterías acristaladas donde el transeúnte puede intercambiar gratuitamente los libros de forma anónima. Estos puestos callejeros están situados al lado de las paradas del transporte urbano o de los centros universitarios. También se han instalado estanterías al lado de la taquilla de los teatros y en el hall de los hoteles con el lema: "Haga circular el libro. Coge uno y deja otro".

A nivel mundial y haciendo el uso de los medios electrónicos, se encuentran páginas web para las donaciones, del tipo "International Donors", o se pueden llevar a un centro de caridad o a una tienda de segunda mano.

Un pequeño rincón de intercambio para los lectores podría ser una caja de "libros gratuitos" a la entrada de los edificios de viviendas, lavanderías, paradas de autobuses, salas de espera de los centros sanitarios, especialmente en las urgencias de los hospitales, etcétera, que permitiría mantener los libros circulando. ¡Todo, menos quemarlos!

Posiblemente, los libreros no estarían muy de acuerdo, pero para incrementar la venta de libros, el primer paso es fomentar la lectura. Es una habilidad difícil que se aprende con esfuerzo. No perdamos esa habilidad, ya que ayuda a mantener la mente viva y el cerebro joven. Así de fácil, así de útil.

Compartir el artículo

stats