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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Trabajo de calidad y coyuntura

Los empresarios, el Gobierno, los partidos, los sindicatos y el empleo bien pagado

La marcha de la economía es buena. Desde hace más de un año los datos de empleo y ocupación vienen siendo casi siempre mejores que en años anteriores e, incluso, los mejores de una larga serie. En concreto, el pasado mes de marzo el paro bajó en 48.559 personas y se crearon 161.752 puestos de trabajo, la afiliación media a la Seguridad Social alcanzó los 17.910.007 ocupados. En Asturies, 2.160 desempleados menos y 2.910 afiliados a la Seguridad Social más. Podrían añadirse otros datos: vivienda, venta de coches, turismo?

El pronóstico para este año es también magnífico, salvo catástrofe: un crecimiento de hacia el 3% del PIB (las previsiones oficiales del Gobierno son del 2,5) y la creación de otro medio millón de empleos, con una bajada del paro de dos puntos. Son datos estupendos (no son, obviamente, el término de cualquier problema), pero, en general, suscitan poco entusiasmo: en economía ocurre como en el resto de la vida, sólo las malas noticias estimulan las emisiones de cadenas de fonemas, más o menos portadoras de significado.

Una de las críticas que se realizan con más frecuencia a estos buenos datos es la troquelación de que "no se crea empleo de calidad". "Hay que crear empleo de calidad", se repite desde los partidos políticos y los sindicatos, y hasta sesudos economistas reiteran la receta.

Todo empleo, si cumple las condiciones de seguridad necesarias, el trabajador es tratado correctamente y cobra lo pactado, es "empleo de calidad". Lo que quieren decir quienes repiten la jaculatoria es, en realidad, "empleo bien pagado". Ahora bien, el empleo bien pagado no depende ni del empresario ni, mucho menos, del Gobierno, a quien parece exigírsele esa responsabilidad. Depende de la rentabilidad de las empresas, de la competencia interior y exterior, de su cuota de mercado, de los costos de contratación y despido y, por supuesto, de la abundancia o escasez de mano de obra, así como de la preparación de ésta, entre otros factores. En otras palabras, no es que, como canturrean, "sin empleo de calidad no hay recuperación", sino que si no hay recuperación -de empresas, de mercados, económica- no habrá empleo de calidad.

Aunque, acaso, lo que esperan quienes una y otra vez repiten la frase para exigir la encarnación inmediata de su contenido es que, así como iban saliendo hombres y mujeres de las piedras que, tras el diluvio, Deucalión y Pirra arrojaban por encima de sus hombros, el trabajo de calidad surja solo al único conjuro de su voz.

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