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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El abrazo de Vicente y Mauro

Dicen los hagiógrafos de la metafísica del balompié que el fútbol "es cosa de hombres" y que lo que pasa en el campo "se queda en el campo". Para desgracia de los rancios patrones de la frase hecha, esta semana hemos descubierto que el fútbol es realmente cosa de niños. Y que lo que ocurre sobre el césped sobrepasa fronteras sin necesidad de recurrir a una entrada dura a la altura de la tibia, a un escupitajo en la cara del rival u otros hechos sucios repetidos un millar de veces y desde distintos ángulos por las cámaras de televisión.

Dos alevines del Sporting y del Oviedo se fundieron en un abrazo al finalizar un partido en el que ambos se jugaban el título. El sportinguista, Vicente, vencedor de la contienda, corrió a consolar al oviedista Mauro, abrumado por el peso de la derrota. La foto se convirtió en viral, lo que confirma que las buenas noticias también son noticia en el fútbol, no sólo las agresiones simuladas, los insultos con la mano en la boca, los amaños, las peleas de padres o los peinados de Ronaldo. Si el fútbol fuera siempre cosa de niños, se jugaría al ataque, que es la mejor manera de defenderse. Quien inventó el sistema defensivo cavó las trincheras del área. Quien diseñó los tacos de aluminio, autorizó las bayonetas. Si sólo jugaran niños, el fútbol no se dividiría en dos especies: los que dan patadas y los que las reciben.

Los futbolistas son niños atrapados en cuerpos de hombre que perdieron por el camino la ingenuidad de la pachanga. Es una pena que a un jugador de fútbol no se le pueda hacer una regresión a la niñez, puesto que no ha salido de ella. Pero de ser posible, tal vez se vería disputando un partido como Vicente y Mauro, por el puro disfrute de un juego que nació para procurar la felicidad, dentro y fuera de la cancha.

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