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Periodista, trabaja en el gabinete de la Presidencia del Principado

La exagerada paradoja de JF

La neutralidad mantiene al presidente de la gestora del PSOE en una difícil posición

En el enjambre, el zumbido aturde. En la cacofonía de la red, el debate es imposible, sólo hay intercambio emocional: la furia y la consigna se imponen a la deliberación. Probablemente, la sorpresa que suscitaron las primeras intervenciones públicas de Javier Fernández al frente de la gestora del PSOE respondió a que, desvestidas de ruido y lemas, ofrecían una autenticidad que ya no se acostumbra. Ahora que gran parte de las declaraciones de los líderes parecen manufacturadas en los mismos laboratorios, atreverse a competir con la palabra propia y la sinceridad resulta una osadía.

De eso hace meses y el tiempo apura. El domingo, en cuanto la militancia socialista haya votado, la dirección interina quedará en una mera osamenta funcional encargada de garantizar la logística del congreso. En este descuento, las críticas a su labor abundan, incorporadas de oficio al cuaderno de quejas de los partidarios de Pedro Sánchez. Mayormente se abisman por el mismo despeñadero: ese órgano ni ha sido ni es neutral, sino un artefacto al descarado servicio de Susana Díaz. Omiten que algunas de las decisiones más relevantes asumidas en este período, como la regulación del voto de los afiliados del PSC, no favorecen en absoluto a la presidenta andaluza. De la simpatía personal de Javier Fernández por Susana Díaz -una obviedad- no se concluye que la gestora trabaje por su victoria.

Aunque probablemente no estemos para tales sutilezas. A estas alturas, metidos en el charco hasta el corvejón y declarada la barra libre de descalificaciones, vamos a ponernos tiquismiquis con filosofías. Dándole una vuelta al chiste: si no sabe aguantar, márchese del pueblo. Así que pongámonos a lo práctico. Una vez declarada enemiga, que lluevan ataques sobre la gestora -y, por tanto, sobre Javier Fernández- va de suyo. Ahí no existe paradoja alguna; la hay, en cambio, en que sea el respeto a esa neutralidad supuestamente vulnerada lo que le impida responderlos. ¿O no ocurriría que cualquier contestación sería blandida como la evidencia de su parcialidad?

Si la cuestión se acota a Asturias se hace aún más clara. En el recuento de avales los partidarios de Pedro Sánchez han sumado más que los susanistas. Sin duda, nadie mejor que el propio Fernández para levantar la moral, arengar a los suyos y, en última instancia, revertir el cómputo. Lástima que de nuevo esa alternativa tropiece con la dichosa exigencia de neutralidad. Aquí la paradoja se agranda, al menos para los partidarios de Susana Díaz: cuentan con el líder más apreciado, con el arma más poderosa para mover las opiniones, pero han de resignarse a no utilizarla. Qué empeño en guardar las formas cuando se está dirimiendo el futuro del partido y, en ese mismo envite, el de la Federación Socialista.

Al pie de la letra, ésta es una parte débil en la argumentación. Porque se puede protestar -como se objeta con dolientes visajes- que el domingo no se valora la gestión del secretario general de la Federación Socialista ni de su ejecutiva, tampoco se libra un pulso de poder en la FSA ni mucho menos se pone nota interna a la acción del Gobierno del Principado. Formalmente, afirmaciones impecables. Además, ciertas, porque en otro caso es probable que el resultado ya hubiese sido otro en la primera vuelta. Ahora, para considerar toda la verdad hagamos también el ejercicio de contener el cinismo, que ya desborda: sostener que el desenlace de las primarias es indiferente a efectos del porvenir del partido en Asturias es un engaño.

Porque en estos procesos se vota de todo. En primer lugar, entre Patxi López, Pedro Sánchez y Susana Díaz, pero en el mismo paquete van embalados los intereses creados, las facturas internas personales, locales y regionales, el refuerzo de parcelas sindicales ante su propio futuro y, cómo no, la labranza del terreno para el próximo congreso de la Federación Socialista y todas las decisiones posteriores que se derivan, incluidas las candidaturas. ¿O nadie percibió los temblores, que las galerías ya trepidaban bastante antes de la convocatoria de las primarias?

En todo caso, el domingo se sabrá. Puesto que nadie es héroe para su ayuda de cámara ni profeta en su tierra, podemos llegar a la exagerada paradoja de que el presidente del Principado que ha adquirido mayor relevancia nacional -años aquellos, en los que los medios estatales siempre trabucaban los apellidos a los jefes de gobierno- reciba el golpe afectivo de manos de los propios afiliados asturianos. No obstante, nada de irnos por la tremenda, que es una pérdida de tiempo. Si gana Pedro Sánchez al menos habrá tres certezas: el PSOE tendrá la densidad argumental de un tuit, la consistencia ideológica de la plastilina y la firmeza táctica de un tentempié, dispuesto a inclinarse hacia donde convenga. Pero en todo caso siempre será un bamboleo muy de izquierda, por supuesto. De la fetén, de la mestiza o de la mediopensionista, según toque. En el enjambre, qué más da, todo el ruido se confunde.

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