En Estados Unidos muchos presidentes tienen dos mandatos. La expresión "pato cojo" se aplica a un presidente en los últimos tiempos de su segundo mandato, cuando ya puede tomar pocas iniciativas y muchos altos cargos le abandonan en busca de una posición de más futuro.

Donald Trump fue desde el principio un presidente polémico. Ahora, tras una sucesión increíble de errores, se empieza a hablar de un "impeachment", como el que acabó con Richard Nixon. Y John McCain, senador y antiguo candidato republicano contra Obama en el 2008, ha dicho que los escándalos de Trump tienen aroma de Watergate, el espionaje al partido demócrata que acabó con Nixon.

Es difícil que el "impeachment" se abra paso si los demócratas no consiguen la mayoría en la Cámara de Representantes en las elecciones parciales del 2018, pero el desprestigio del presidente es ya fuerte. Así el editor-jefe de la agencia económica "Blombergs" titulaba su artículo: "Si América fuera una empresa, ¿mantendría usted este presidente ejecutivo?".

Y todo se ha acelerado tras extraña destitución del director del FBI, James Comey, y después de que Trump insinuara que se debía a que quería investigar los vínculos de su campaña con Rusia. Y esta semana la alarma se ha disparado. Primero Trump dio a conocer al ministro de Exteriores ruso una información reservada -facilitada por Israel- sobre el terrorismo islámico. La Casa Blanca negó los hechos pero luego dos tuits de Trump afirmaron que tenía todo el derecho a hacerlo. Luego el "New York Times" publicó que Comey había escrito unos "memos" de sus conversaciones con Trump y que el presidente le había sugerido la conveniencia de cerrar la investigación sobre Michel Flynn, su consejero de seguridad nacional que tuvo que dimitir por haber mentido sobre sus relaciones con la embajada rusa.

La irritación subió y el secretario adjunto de Justicia, Rod Roseinstein (el titular se inhibió por sospechas anteriores en el caso de Rusia) se ha visto forzado a designar un fiscal especial para investigar las conexiones de la campaña de Trump con Rusia. Un fiscal especial se nombra rara vez pero dispone de muchos medios y sus pesquisas pueden durar meses. Y el elegido, Robert Mueller, otro antiguo director del FBI, tiene fama de independencia.

Trump reaccionó con sorpresa y afirmó que era víctima de una salvaje caza de brujas como ningún otro presidente americano había tenido que soportar. La conclusión de los observadores más atentos es que Trump tendrá que convivir con el fiscal especial y con el fantasma de la conexión rusa y que ya podrá tomar pocas iniciativas relevantes. En los mercados se teme que sus proyectos de bajada de impuestos y de grandes inversiones en infraestructuras se desplomen como castillos de naipes y el mismo miércoles Wall Street sufrió la peor caída desde la elección de Trump. Y el índice del dólar frente a otras monedas, que había subido hasta 103 en enero, ha ido bajando y tuvo una fuerte caída, hasta 98, por debajo del nivel anterior a la elección de Trump en noviembre. El "impeachment" quizás tardará, o no llegará, pero cuidado porque un presidente megalómano que se encuentra atado de pies y manos es capaz de todo.