La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Odiópolis

Cuando las tensiones políticas se tornan sistémicas y permanentes, la democracia se convierte en un infierno. No hay más que echar un vistazo a aquellas naciones que han sucumbido a este martirio. La ausencia de equilibrio entre las distintas opciones, al asumirse de inmediato por sus seguidores, torna en irrespirable la convivencia, además de innecesariamente improductiva. No hay nada peor que instalar en la sociedad un sentimiento de enfrentamiento, y de eso en España sabemos algo.

La crispación es la antítesis de la razón y el mayor enemigo del progreso. Un zumbido atormentante que impide centrarse en lo más elemental. Su objetivo primordial es siempre la anécdota, el hecho concreto que se pretende traducir en categoría, y sobre todo la completa ausencia de autocrítica, porque lo malo siempre proviene del otro.

La espiral a la que conduce este fenómeno tiene complicado pronóstico. Aunque lo responsable sea no rebatir al que busca ante todo la gresca, sin reparar en medios ni calibrar los daños que puede provocar, la tendencia suele ser la del tú más, para evitar que el que calle otorgue.

Mientras un país se consume a diario presenciando con sopor ese lamentable cuadrilátero, por delante pasa de largo el tren de la prosperidad, porque no es cierto que la inquina dirija a ningún puerto distinto del abismo.

Debiera existir una única forma de hacer política: la que se limite a proponer alternativas para un mejor futuro. Las demás, y en especial las fundadas en el odio, tendrían que estar incluso prohibidas por ley, por lo nocivas que son no solamente en el ámbito democrático, sino social, al exacerbar las pasiones en lugar de promover la mesura.

Hay también en esto algo de falta de educación, que no de enseñanza. La formación de las generaciones dirigentes de esta new age está repleta de títulos colgados de la pared, pero no sé si de demasiados fundamentos educativos sólidos. Si existieran, sin duda se abordarían estas cuestiones sobre la base del respeto, que es su principal cimiento.

Siempre es importante controlar a quien manda, pero mucho más hacerlo desde la responsabilidad y las buenas formas, algo que incluso contribuye a reforzar esta necesaria tarea de fiscalización. Pero bastante mejor que eso es priorizar los asuntos del mañana, de lo que depende todo y no limitarse al pasado, que ya no tiene remedio.

No hacerlo así, y proseguir insistiendo en las cazas de brujas o el chivo expiatorio, en la nueva inquisición, instaura una Odiópolis repleta de ciudadanos cabreados que puede acabar como el rosario de la aurora.

Compartir el artículo

stats