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Nueces de California

Breaking Bad: singularidades

Nuestros problemas contemporáneos, un corolario de una educación deficiente

Las despedidas más dolorosas son las que nunca se dicen, y lo que parece un final es realmente un nuevo comienzo.

Yo soy de los que creo -aunque quizás esté equivocado- que solo la educación puede cambiar el mundo. Creo que todos nuestros problemas contemporáneos son un corolario de la falta de educación o de una educación deficiente. No se trata de poseer o no estudios universitarios, o de cuántos Padre Nuestros uno reza o no antes de ir a acostarse, sino de todos esos valores morales que están ausentes y que han hecho que la cimentación haya fallado y que todo esté basado en la hipocresía y en la falsedad. Se han perdido todos esos valores sociales. Antes, cuando en un pueblo alguien daba su palabra, se decía que iba a misa, y todo se basaba en un apretón de manos. Ahora ya ven lo que hay, "donde dije digo, digo Diego" y me quedo tan campante. Detrás de una palabra estaba el honor de una familia. Hoy en día detrás de una palabra ya no hay nada, sólo mentiras.

Educamos a nuestros hijos de manera deficiente, no señalándoles la importancia de la honestidad ni del trabajo bien hecho. Y todo empieza en la escuela desde que son pequeñitos, cuando se permite que el más fuerte machaque al más débil, y todavía hay que soportar la ignorancia de muchos padres que se vanaglorian en público de que han enseñado a sus hijos a pegar, porque aprender a defenderse es muy importante. Me acuerdo de cuando mis hijos eran pequeños, y de cómo cada año había algún salvaje que generaba problemas en el grupo. Deberían haberlos metidos a ellos junto a sus padres en una jaula de primates, y soltar a los primates. Y desgraciadamente el sistema no los aísla, sino que amplifica dichos comportamientos. Podría haber dicho en ese momento donde iba a llegar cada uno en la vida y raramente me hubiese equivocado.

Está mal decirlo, pero en ocasiones a las Asociaciones de Padres, ahora llamadas de Madres y Padres, se les ha ido la pinza, y han hecho una escuela basada en los derechos, pero no en los deberes, una escuela a medida de sus príncipes y princesas, y demandan obviamente que no sufran las frustraciones que ellos han sufrido, pero desgraciadamente sufren otras que son quizás más graves, como es la falta de límites y de disciplina. Desgraciadamente, no se les enseña a trabajar en grupo, a respetar a los demás, a oír a sus compañeros respetando el turno de palabra, y a intentar contribuir mejorando lo que han dicho sus compañeros, a intercambiar opiniones, a cultivar la empatía, a ser honestos; ese tipo de comportamientos tienen que ser entrenados en las casas, y las familias han perdido en muchas ocasiones el control.

Necesitamos crear una gran escuela de maestros, promocionando socialmente su importancia, haciendo que los estudios universitarios de Magisterio tengan una gran nota de entrada. La escuela primaria tiene que ser el buque insignia de nuestro proyecto social. En este punto no caben posturas educativas neoliberales ni progreso-casposas, porque nos estamos jugando el futuro. Una buena solución sería la francesa, L'Ecole Normale, en la que los futuros maestros son seleccionados a los 18 años después del Bac y se forman percibiendo un salario, sabiendo que a su salida se incorporarán en una de las escuelas públicas primarias del estado francés. No son todos los elegidos.

Luego llegan los chicos y chicas al instituto y se promociona socialmente al grupo de los "guays", móvil de última generación y ropa de marca, trabajar poco (política del mínimo esfuerzo y optimización de resultados). Se promociona la chuleta, la copia, la falsedad, y hay que oír a algunos padres decir que tienen unos hijos súper inteligentes, pero que estudian muy poco y que pese a ello obtienen muy buenas notas. A esos padres y madres quisiera decirles que tienen hijos que son asintóticamente idiotas, que no van a llegar a nada, y que nada más que la cuesta se ponga un poco para arriba les va a resultar harto empinada. Esto es trágico porque significa que estamos educando una sociedad de vagos.

En escasamente dos generaciones hemos pasado de una sociedad rural, en la que los niños trabajaban como adultos, a una sociedad urbanita donde los adolescentes son unos zánganos y se les conceden unas prerrogativas y unos comportamientos socialmente inaceptables. El otro día, por ejemplo, pude contemplar una escena en la que una niña de 12 años le gritaba a su madre por teléfono porque no quería volver a casa, y eran las tantas. Estaba con sus amiguitas, y al negarle su madre telemáticamente ese privilegio, la Lolita estampó el móvil en el suelo. ¡Total, pagaban los idiotas de sus padres!

Además, está trágicamente aumentando el maltrato de hijos a padres, fruto de la psicopatía, de una educación inexistente. Recientemente se publicó que este tipo de maltrato creció un 14% en Asturias. Esta es una de las conclusiones del informe "Violencia filio-parental. Una realidad invisible", de la Fundación Amigó. El informe resalta que estos maltratadores adolescentes, de clase media o alta, presentan un bajo rendimiento académico y que muchos han presentado conductas violentas en los centros escolares, o han sido víctimas de agresiones en el ámbito social, familiar o escolar. Es necesario, por tanto, poner orden en institutos y centros de enseñanza secundaria, otorgando a los profesores la importancia social que estos se merecen. Los padres deberían ayudarlos en esta labor, de modo que la sociedad avance, y que los chavales vayan a la escuela a formarse, impulsando aquellas facetas en las que poseen más cualidades: la escuela como impulsor social. Ya posteriormente los que lleguen a las universidades tendrán los valores que les impedirá copiar en los exámenes o hacer trampas. Si no, deberían ser expulsados ipso facto, mostrando claramente que esta manera de proceder es inaceptable. Estas señales serían rápidamente percibidas socialmente y todo cambiaría.

Las matemáticas avanzaron y llegaron a ser lo que son hoy en día cuando apareció el concepto de límite, que se basa justamente en la idea que para estudiar una función (o algo que varía) en un punto hay que estudiar todos los puntos que están a su alrededor salvo en él mismo. Somos aquello que nos rodea. Si nos rodeamos de jóvenes, somos jóvenes, y si lo hacemos de viejos, envejecemos. Si nos rodeamos de mediocres, somos mediocres; si nos rodeamos de violencia, seremos violentos; si nos rodeamos de mentiras, seremos mentirosos; de ignorancia, ignorantes; y de corrupción, corruptos. Por eso yo creo en las dinámicas sociales y no en las singularidades. También, por la misma razón, creo que un presidente sitiado por la corrupción debe dimitir y los que lo apoyan con sus votos son responsables subsidiarios de la miseria moral que nos acucia. Y esto es válido para todos los partidos políticos e incluso sindicatos, que se han convertido en una gran parte del problema, utilizando a los trabajadores como moneda de cambio. La corrupción del PP no puede tapar la del Partido Socialista allá donde éste gobierna, ni la de los partidos nacionalistas que chantajean al Estado para obtener inmunidad parlamentaria. Tiene que terminarse esta falsa democracia de chichinabo, creando una nueva basada en los principios constitucionales que nunca caducan, que son siempre viables.

Todos los martes, semana tras semana, me he colado en sus vidas. Pero todo tiene un alfa y un omega. Casi dos años después de su inicio, siento que las "Nueces" han cumplido su cometido. Solo pretendía mancharme las manos de nogalina. Después de todo, ¿quién dice que no sea yo el que esté equivocado? Solo el tiempo, ese traidor que no tiene sombra, lo dirá. Entre tanto, solo nos queda ponernos manos a la obra. Quisiera terminar diciendo que como asturiano desearía que cuidásemos nuestra cultura, nuestro idioma, el bable, y nuestra etnografía. Tristón, por favor, toma nota. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Sin embargo, las falsas es mejor perderlas cuanto antes. Si no cuidamos lo que somos, quiere decir que no somos nada.

Creo que esta vez me he pasado, una vez más, en el número de palabras. Celia, muchas gracias, por haberme corregido, sabiendo que soy incorregible.

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