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Reflexiones de bebés anónimos

El remedio de los corderos

Pongamos que me llamo Ricardo y que acabo de cumplir 2 años y 11 meses.

Algo raro me pasa. Eso raro es que siempre me cuesta dormir. En la cama doy vueltas y vueltas y nada, no hay manera.

Conozco a colegas de mi edad que, en cuanto se suben a cualquier cosa que se mueve, pongamos un coche, se quedan fritos. ¡Qué afortunados son! A mí tampoco me viene el sueño en lo que se mueve.

Una noche, mi abuela me susurró que iba a intentar probar conmigo el remedio de los corderos.

Aunque mis padres le argumentaron que era demasiado pequeño para entenderlo, se sentó al borde de mi cama y me dijo que, cuando a ella -como a mí- no le venía el sueño, contaba corderos en la cama. Por lo visto, eso lo hacía mucha gente, y algunos llegaban hasta "militantos" antes de conseguir dormirse.

Qué cosa tan sorprendente, ¿no? ¿Cómo alguien puede tener animales de ésos en su habitación? Yo lo más que he visto es gente que tiene en casa perros, gatos o algún pájaro, pero jamás oí hablar de que nadie tuviese bebés de ovejas.

Mi abuela se dio cuenta en seguida de mi extrañeza y me explicó: "No hay que contar corderos de verdad, sino corderos imaginados. Y la mejor manera de conseguirlo es con los ojos cerrados".

Eso sí podía hacerlo. Veo muchas cosas con los ojos cerrados.

Pero, ¡ay!, yo no sabía contar. Tampoco eso importaba. Lo que había que hacer era cerrar los ojos y ver pasar corderos como si estuvieses contemplándolos en una película. Y contarlos a tu manera: uno, dos, tres? "cuatroquince".

¿Y por qué nos quedamos relajados viéndolos pasar? Eso también me lo explicó en voz baja "güelita": "Según vayamos imaginándolos, los colocamos pegaditos a nosotros. Cuando tengamos los que necesitamos, nos entrará un calorcito muy agradable. ¿Sabes por qué? Porque esos animales son de lana calentita por fuera. Si te arrebujas en el medio de ellos, te proporcionarán un dulce sopor, y ese sopor hará que te entren muchas ganas de dormir".

Empiezo a probarlo. Cierro los ojos, veo los corderos, los cuento como sé, me arrimo bien a su cuerpo lanudo y? siento un gran relax? zzz, zzz, zzz.

¡Huy!, perdón, me he quedado traspuesto.

Termino. Algunas veces, al llegar a casa después de un paseo, veo a un hombre acostado a la entrada de uno de los portales de nuestra calle. Y me pregunto por qué ese hombre se acostará ahí y cuántos corderos necesitará para dormirse todas las noches.

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