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Latidos de Valdediós

Piensa mal... y no acertarás

La capacidad destructiva del chismorreo, o el cotilleo

Recibimos información a montones por todos los lados y desde varios frentes; a día de hoy suele ser un bombardeo continuo. Eso? en principio no es ni bueno ni malo, pero tenemos que ser capaces de filtrarla y quedarnos con lo verdaderamente útil y constructivo, aquello que aporta algo a mi crecimiento como persona, lo que me ayuda a ser mejor y a mejorar mi entorno.

Lo peor que veo en este bombardeo informativo es la falta de veracidad y la ligereza con que hablamos y opinamos de diversos temas sin estar bien informados; y no me refiero solamente al bombardeo de los medios de comunicación social, que eso merece un capítulo aparte. Me refiero sobre todo a la osadía con que algunas veces afirmamos y divulgamos las cosas sin saber si de verdad son ciertas o no y el daño que se puede hacer con eso. Es un proceso que se repite y que nos lo tragamos tranquilamente, con la misma naturalidad de quien bebe un vaso de agua, como si fuera algo inocuo, inocente, inofensivo? Eso que popularmente se llama chismorreo, o cotilleo, y que es más destructor que muchos atentados. Por favor: no afirmemos ni divulguemos nada sin tener absoluta seguridad de que es cierto. No podemos sucumbir a impresiones momentáneas y mucho menos a eso de que "se sobreentiende". No podemos afirmar y divulgar como ciertas las sospechas personales y menos aún las sospechas del chismoso de turno.

Hay un refrán castellano que a mí me espeluzna y que es peor que una maldición, pero que es tristemente actual y cotidiano en la vida de muchas personas: "piensa mal y acertarás". Es lo menos constructivo -y por supuesto menos evangélico- que yo he oído en mi vida. Piensa mal y? ¡seguro que te equivocarás! Y harás mucho daño y cometerás una injusticia más.

Pensar mal de alguien nunca acarrea nada bueno: ni para la persona malpensada ni para el pobre al que le ha caído el sambenito del juicio negativo sobre el tema que sea. Es muy triste, porque si sólo nos limitáramos a pensar? pero ¡qué va! Del cerebro a la lengua hay una distancia muy corta y? ¡hay que ver la potencia expansiva que tiene ese músculo pequeñito que encierra nuestra boca y que denominamos lengua! Es alucinante la expectación que causa y el morbo que genera. Y es terrible -y ya dejo de lado la ironía- lo dañina que puede llegar a ser.

Con qué tranquilidad y ligereza difundimos, a toda velocidad, informaciones falsas o -cuando menos- dudosas, dándolas por ciertas y sentando cátedra, sin importarnos el daño que pueden causar en la fama y en la vida de las personas. Porque las difamaciones y calumnias casi siempre dañan a muchas personas que están en el ámbito vital del calumniado, se generan dudas, desconfianzas, recelos, malentendidos? y yo pienso que bastante compleja es la vida de por sí para que nos pongamos zancadillas unos a otros en vez de intentar ayudarnos y facilitarnos las cosas.

Me atrevo a pedir que paremos nuestras cabezas y empecemos a mirar a los demás con respeto y sin juzgarles: ¡sabemos tan poco de la historia personal de cada uno y de lo que guarda en su corazón y en su conciencia?! Que es una cuestión de justicia callar y no opinar de lo que no sabemos. Y si dentro de nuestro corazón surge una idea, un juicio, al menos tengamos la delicadeza de dejarlo ahí guardado y cubrirlo con un manto de silencio. No podemos ir regando el mundo con informaciones falsas e inexactas y predisponiendo a unos contra otros. Eso también es violencia y también son atentados. Creo que nuestra norma de conducta debería ser hablar bien del prójimo o callar. Con eso todo sería muy muy diferente, y todos seríamos mucho más felices y el mundo, mucho más justo.

Un abrazo fuerte y hasta el próximo viernes.

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