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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Inanidad de destino en lo universal

Un socialista asturiano canónico cuya gestión no se puede calificar de positiva

Javier Fernández anuncia que renuncia a competir por seguir liderando la FSA. Es el primer paso de su definitiva retirada, cuando, al final de la legislatura comunique que tampoco va encabezar las listas del PSOE, como se sabía hace tiempo, en parte por razones de salud, en parte por razones de pérdida de ímpetu.

A estas alturas de su vida política es posible hacer un balance prácticamente definitivo de lo que ha supuesto su trayectoria. A pesar del crédito que ha ganado en los últimos meses, Javier Fernández es tan responsable como el más destacado de los militantes del PSOE de la situación conflictiva en que hoy se encuentra España por el intento de secesión de Cataluña. Puso las bases para ello, junto con los demás "fenómenos" socialistas, en la Declaración de Santillana de 2003, donde apostaban por el "federalismo asimétrico" como combustible para el ascenso del PSC y Maragall a los cielos. De ahí vino después el Estatut inconstitucional (y el silencio de facto de todos los socialistas ante ello), el tripartito catalán con Montilla al frente y las movilizaciones contra el Constitucional, con el PSC en cabeza, hasta llegar hasta hoy. Don Javier y el PSOE asturianos fueron para todo ello impulsores, colaboradores y mudos cómplices ("si-y pareció mal, pardiez, callólo", como dice Reguera al respective de las murmuraciones de los cortesanos sobre la relación de la reina Dido con Eneas). Desde ese punto de vista, sus proclamas recientes de que no aceptará un trato a favor de Cataluña que discrimine a Asturies carecen de valor. Y, por cierto, el más reciente "Manifiesto de Granada" y la plurinacionalidad (ma non troppo, la puntina nada más) de Pedro Sánchez son aquello mismo envuelto en hoy.

En cuanto a su gestión con respecto a nuestro país, no se puede calificar de positiva. No lo ha sido cuando era Secretario General y de él dependía el Gobierno de Areces, con tanto dinero y tan magnífica coyuntura, ni ahora que él es Presidente. No porque no se le oiga hablar o espatuxar, sino porque no se lo ve hacer. En realidad, actúa como un socialista asturiano canónico (y lo son todos, los que estuvieron, los que ahora mandan, los que están por venir al mando), un partido para el que, significativamente, nunca existió la tentación de ser el PSA -aunque alguien desde dentro lo propuso-, porque, sencillamente, en su genética, Asturies no es para ellos otra cosa que una "inanidad de destino en lo universal", digamoslo así, apenas la uña del meñique del cuerpo del gigante que es España y sierva de ese gigante; o, para don Pedro y sus triunfadores, a juzgar por sus cánticos eufóricos, del absoluto que es el proletariado internacional.

Todo ello no quita para que Javier Fernández tenga notables virtudes personales que brillan en el panorama presente, tanto asturiano como español: lo comedido de sus expresiones, lo razonado de sus argumentos, la prudencia y la mesura, una no mala oratoria que, cuando quiere, sabe ser punzante y extraer la zuna y la cultura que lleva dentro, sus conocimientos de la Administración y de la economía real. Ello y su posición razonable en el dilema socialista de hace unos meses (el mal de permitir gobernar al PP o el mal de perder más escaños y, probablemente, ser sobrepasados por Podemos, al margen ya de los daños a los ciudadanos) lo han convertido en un hombre estimado y bien valorado en el conjunto de España por una parte de la derecha y de la opinión neutral, así como por la mayoría de los medios de comunicación.

En cuanto a su papel en la FSA, don Javier ha tenido un destacado éxito como Secretario General, apaciguando las guerras civiles que tanto dentro como fuera (en Cajastur, por ejemplo) se habían desatado durante el Gobierno de Álvarez Areces. Ahora que se marcha, volverán a suscitarse, sin duda, agudos conflictos en el seno de los socialistas asturianos. La guerra entre susanistas/javieristas y pedristas no ha sido más que un primer momento. En todas las agrupaciones, los titanes ya están dispuestos a subir a los cielos, quiero decir, a las ejecutivas y a las listas electorales municipales, autonómicas y generales, para desalojar de ellos a los actuales dioses.

Es decir, que como un Sísifo socialista, don Javier verá cómo el peñasco que él consiguió llevar a la cumbre vuelve a rodar hacia el suelo, que la montaña que levantó argaya. Lo único que pediremos los espectadores a los participantes en esa reyerta es aquello de Antonio Machado:

-Señor San Jerónimo, / deje usted la piedra / con que se machaca: / me pegó con ella.

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