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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El mito del ave fénix

De los hábitos jurásicos de cierta clase política asturiana dirigente que se perpetúa en el cargo

Uno de los mayores achaques que se puede poner a la clase política asturiana es el envejecimiento de sus cuadros dirigentes. Echen un vistazo al carné de identidad y verán que la mayoría pasa de los sesenta. Y subiendo. Parecería que Asturias, políticamente, sigue anclada en el Jurásico. No hay meteorito que pueda con estos veteranos depredadores, que impiden con su presencia el advenimiento de nuevas especies a la llamada del proceso evolutivo que debería afectar a poltronas y escaños que acaban convirtiéndose en refugio de canonjías.

Parece sufrir la región el permanente renacimiento del ave fénix, esa criatura mitológica poderosa con apariencia de águila. Un animal de pedigrí, de altos vuelos. Cuenta la leyenda que esta ave vivió en un rosal del Edén y que fue la única especie tentada varias veces a comer la fruta del árbol prohibido. Y que no sucumbió a las tentaciones. El mito dicta que cuando Adán y Eva fueron desterrados del paraíso, la espada del ángel que los empujó al destierro soltó una chispa que incendió el nido del Fénix, consumiéndose el ave en un fuego mortal que no le correspondía pero emergiendo después de sus cenizas, más fuerte y con poderes extraordinarios: la inmortalidad, el conocimiento y la sanación por medio de sus lágrimas.

No parece, sin embargo, que semejantes potencias y vigores adornen la personalidad de la clase dirigente asturiana: ni son inmortales, aun conocida su tendencia a perpetuarse en el cargo, y ni siquiera lagrimean, por mucho que en ocasiones algunas de sus decisiones más desacertadas convoquen al llanto.

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