Aseguran los expertos que en Gijón conviven unas setecientas parejas reproductoras de gaviotas, que si votaran podrían incluso elegir alcaldesa. El año pasado se retiraron 549 nidos de esta especie en la ciudad: a una media de tres huevos, tanto polluelo correteando junto podría montar un pollo monumental. Como para huir volando de Gijón, no fuera que en una de éstas a las gaviotas, en ocasiones agresivas, les diera por un ataque furibundo al estilo de los pájaros tocados del ala de la película de Hitchcock.
En el PP siguen discutiendo si el ave de su logotipo es gaviota o es charrán. No parece cuestión baladí, si se tiene en cuenta que la gaviota es el buitre del mar y al charrán se le considera la golondrina blanca del océano. Digamos que aquélla es pájaro prosaico, frente a éste, que se antoja sutilmente poético. Puede que una y otro conformen un retruécano en la memoria colectiva de los populares, que es de marinero en tierra, como la paloma que se equivocaba.
Cuentan que fue Fraga quien se empeñó en que el bicho del logotipo era una gaviota, frente al charrán que defendía el autor del diseño. Parece ser que la gaviota le recordaba a Galicia. Seguramente don Manuel también sabía que se trata de aves inteligentes que poseen métodos complejos de comunicación y una estructura social muy desarrollada, lo cual conviene como imagen a un partido político.
Lo que tal vez desconocía el padre putativo popular es que las gaviotas se han vuelto carroñeras. Poco aconsejable, pues, para el PP servirse de su silueta, con la que está cayendo.
