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Que los árboles no les impidan ver el bosque

Conviene desmitificar los derbis y enfocar la temporada hacia objetivos sólidos

Hace más de tres décadas, cuando el ciclo bueno aún no había comenzado, antes de la llega de Johan Cruyff al banquillo, el único objetivo del Barcelona era ganar a su eterno rival, superar al Madrid en el clásico. Cuando lo conseguía consideraban los culés que la temporada estaba salvada. Los títulos quedan en un segundo plano. Ese es el riesgo que corren los dos primeros equipos asturianos en esta temporada en la que vuelven a coincidir en la categoría. Que equivoquen su punto de mira y que fijen su objetivo en los derbis.

A lo largo de la historia, en 90 años de coincidencia en el mundo del fútbol, se han disputado más de un centenar de partidos de rivalidad regional. Yo fui testigo de muchos, con distintos desenlaces y desarrollos más o menos convencionales. Hubo derbis supuestamente pactados, con resultados presuntamente convenidos, con discrepancias fuertes dentro de las plantillas y con desenlaces que suponían un ascenso cuando ambos aspiraban a ello. Hubo, como es lógico, de todo con el denominador común de mantener la pasión en el nivel más alto. Pero lo que nunca ocurrió es que al ganador del derbi se le otorgara un plus en la puntuación. Por ello a los dos equipos les convendría desmitificar este tipo de encuentros. Es evidente que estos enfrentamientos estimulan los sentimientos y significan un chute de adrenalina importante. Pero no siempre marcan el despegue para el ganador. El único objetivo de los dos equipos es el ascenso. No pueden vender humo. Asturias tiene capacidad para mantenerlos en Primera, como se demostró cuando ambos disputaron a la vez la Copa de la UEFA. Y para ascender, evidentemente, hay que contar con un equipo técnico y una plantilla con la suficiente capacidad y garantía. Y estas bases se ponen en estos dos meses. El verano es clave y no se puede esperar al mercado de invierno para tratar de modificar la trayectoria. Tienen que componer ahora los equipos y formar plantillas compuestas por futbolistas en las que el 70 por ciento respondan a un perfil apto para mantenerse en Primera en caso de ascenso. No arriesgarse a contratar a veteranos rebotados que terminen la temporada adaptando su rendimiento al interés personal como se vivió tan cerca de forma reiterada. En este sentido, por razones del calendario, parece que el Sporting lleva ventaja en los preparativos que, aparentemente, está haciendo las cosas con sentido común. Y en esto influye también la gestión empresarial que, lógicamente, es muy diferente. En el Sporting los patronos están directamente implicados en el día a día del club, de la sociedad anónima deportiva.

El máximo accionista aguanta las críticas a pie de campo y analiza la evolución de las cuentas minuto a minuto. En el Oviedo se gobierna por delegación. Los dueños están a mucha distancia y tal vez en ocasiones la realidad se distorsione con los kilómetros. Y, a la vista de la trayectoria de esta representación y por lo ocurrido hasta ahora, su actuación necesita una cirugía urgente porque desde diferentes puntos se aprecia un fallo multiorgánico.

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