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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Exaltación del monopatín

A ver si nos vamos centrando todos un poco y no se nos van la olla a los cerros de Úbeda. De la noche a la mañana, los conductores de monopatín han pasado de ser unos molestos groseros que ocupan las aceras a velocidad de vértigo, poniendo en riesgo la integridad de los viandantes, a convertirse en mención obligatoria de todo comentario positivo y en el objetivo de todas las cámaras. Y ni antes componían una horda a extirpar de las calles condenada al encierro permanente en los guetos de las pistas de skate ni ahora hay que elevarlos a los altares de la referencia ética y moral.

Que Nuevas Generaciones del PP de Gijón reclame el nombre de Ignacio Echeverría para la pista de monopatín de Cimadevilla se antoja una propuesta oportunista. El nombre del héroe de Londres no debería utilizarse en vano ni con afanes partidistas en un país necrófago donde abusamos de mercadear con los cadáveres ilustres cuando aún están calientes.

La memoria de Ignacio Echeverría no debería quedar sólo escrita en un letrero a la entrada de una pista deportiva o en un renglón de la lista de los ganadores a título póstumo de la Orden del Mérito Civil. El sitio que merece el gesto generoso de ese joven de origen asturiano, que no dudó en entregar su vida para poner a salvo la de un prójimo desconocido, es un lugar preferente en la conciencia de cada uno de nosotros. Que digan que ese gesto de valentía en medio del marasmo sanguinolento de la barbarie reconcilia con la especie humana también me parece exagerado. Recuperar la fe en el hombre exige que no haya un solo Ignacio sobre la faz de la Tierra, sino cientos de miles de personas de esa misma pasta.

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