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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Más insana es la envidia

Un grupo de mujeres, pacientes todas ellas de cáncer de mama y reunidas en la Casa de la Vida, partieron ayer una lanza en defensa de Amancio Ortega y su multimillonaria donación altruista a la sanidad pública para combatir la enfermedad oncológica. En cualquier país del mundo, sea el más desarrollado o una miserable república bananera, se aceptaría de buen grado la generosa aportación del mecenas. Máxime cuando lo que se ventila es el destino de 320 millones de euros a la adquisición de 290 equipos de diagnóstico y tratamiento radiológico de última generación.

En cualquier nación medianamente razonable, Ortega sería agasajado a cuenta de tamaña dádiva, por mucho que a la vista de su descomunal fortuna esa donación se antoje calderilla. Pero aquí en España, no. Aquí hay que mantener en pie el hábito troglodita de lanzar piedras al primer conejo que osa asomar las orejas por el agujero de la madriguera. No se nos va del ADN el cazador paleolítico que llevamos dentro, ni la práctica secular del ejercicio de la envidia.

El problema de Ortega es su fortuna: se trata de un paisano inmensamente rico; y para cierta izquierda trasnochada, la riqueza es malsana, un cáncer galopante que se hace preciso extirpar, no vaya a ser que los ricos creen empleo y no podamos ganar votos con la renta social, que eso sí es limosna. Demos empleo a la gente y no caridad.

Pregunten a las enfermas de cáncer de la Casa de la Vida por Amancio Ortega, ellas que se empecinan en una lucha sin cuartel contra un mal que se lleva cada día por delante decenas de vidas. Pregunten a aquéllos que han perdido a algún familiar, a algún amigo, porque la investigación oncológica no llegó a tiempo.

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