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Macron, el general en la indiferencia

Media Francia observa desde las gradas cómo REM se dispone a quedarse tres cuartos de la Asamblea

La abstención ganó con mayoría absoluta la primera vuelta de las legislativas francesas. Veinticuatro millones y medio de ausentes que triplican muy de largo los 7,3 millones de votos de las listas del presidente Macron y de sus aliados centristas. El fenómeno no es nuevo allende los Pirineos, ya que desde 1997 cada primera ronda legislativa ha cosechado menos que la precedente. Hasta el punto de que los tiempos en los que un 80% de los franceses acudía a escoger diputados quedan tan lejos como los años 70. Y, sin embargo, algo huele a mutación profunda.

La segunda vuelta de las presidenciales -Macron o el diluvio neofascista - ya había anticipado la tendencia, al marcar el récord de abstención, blancos y nulos desde 1969. Los últimos cartuchos de esperanza partitocrática se habían gastado en la primera ronda, de modo que el 7 de mayo los votos prestados a Macron para ahuyentar el espantajo Marine fueron la mitad de los que en 2002 se le pasaron a Chirac para aplastar al viejo Le Pen. Con todo, y pese a que en el régimen presidencialista galo el Parlamento es un patito feo, la enormidad de la abstención de este domingo tiene cavilando a todos los analistas que, de momento, insisten en el cansancio del electorado y en la profunda crisis de los viejos partidos.

En síntesis podría decirse que con el PS en la UVI y los conservadores muy enfermos, la mayoría (51,2%) de los franceses ha optado por dar la espalda a las urnas y observar cómo evoluciona la jugada refundadora, hasta ahora maestra, del joven Macron, a quien no han querido poner a cohabitar con cadáveres. El objetivo de la jugada es el "redressement de la France", o sea, darle una sacudida liberal al país para levantarlo de la postración en la que lleva dos largas décadas yaciendo y, con menos paro, salarios más bajos y empresarios contentos, tutear de nuevo a Alemania para, al alimón, estudiar si aún se puede hacer algo con la UE. La vía Macron, tecnocrática hasta la médula, ha llevado a Francia a una casilla próxima al punto de partida de la V República, fundada en 1958 por el general golpista De Gaulle: solemne presidencialismo a ultranza al margen de los partidos tradicionales. La diferencia es que De Gaulle se apoyó en la derecha, mientras que Macron, que no ha dado ningún golpe de Estado, viene de la tecnocracia socioliberal, se apoya en la tecnocracia liberal ("premier", ministro de Economía) y se arropa a partes iguales en una avalancha de tránsfugas (socialistas los más) y de "caras nuevas": sociedad civil, políticos jóvenes nunca electos, asesores y ayudantes de políticos hoy descabalgados...

El desconcierto ciudadano ante este golpe de mano tecnocrático ha permitido al "general Macron" sentar las bases para acaparar el próximo domingo entre el 70% y el 75% de los escaños de la Asamblea. Y lo ha hecho con tan sólo 7,3 millones de apoyos, o sea, 1,3 millones menos que en la primera vuelta presidencial, cuando encabezó el escrutinio con un 24,01%. Efectividad triplicada, pues, en el primer compás de una batalla que deja un paisaje desolado. Las menguadísimas huestes socialistas (7,5%, que sube al 9,5% sumando epígonos) se asoman al abismo, mientras los neogaullistas (15,8%, o 21,56% con sus aliados) buscan un refugio -cien diputados estaría bien -para recomponer sus filas.

Lo malo para ambos es que, a su vez, están divididos entre quienes preconizan la oposición y quienes ven posibles campos de entendimiento con El Elíseo. Por ejemplo, en el caso de la derecha, la reforma laboral. Sin contar a quienes, como el ex primer ministro Valls, deberán su eventual escaño al guiño que les ha lanzado Macron al ausentarse de sus distritos.

En cuando a la Francia Insumisa de Mélenchon, tocaría el cielo si lograse 15 diputados para formar grupo, algo con lo que ni siquiera sueña el Frente Nacional. Ambos sabían que la cosecha presidencial mengua en las legislativas y han comprobado que el sistema mayoritario está diseñado, claro, para alejarlos de la Asamblea.

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