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El vehículo apropiado

Parodia del auxilio telefónico que prestan las aseguradoras en caso de accidente

¡Ring, ring?!

Diez minutos más tarde: La compañía Tontuphone advierte en pregrabado que esta llamada no está incluida en las cláusulas de su contrato y será cargada capítulo aparte, un euro los diez segundos.

Bueno, que le voy a hacer.

Música. Al estribillo:

"Despaaacito quiero que te diga cosas al oído?". El Fonsi hace un bis y por fin voz de humano.

Hola, mi nombre es Marco. Sigue apóstrofe inhumana: Le recordamos que esta conversación, por su seguridad y la nuestra (?) será grabada en su integridad.

Le repito, mi nombre es Marco.

Y el mío, Manolo, aunque desde rapaz que me conocen por Manolín.

Al grano.

Mire, señor Marco, que mi moto a hecho ¡puaf! y se niega a dar paso, como el asno de mi abuelo cuando se ponía burro, y aquí estoy tirado, en el quinto coño, y a ver si me hacen la caridad de asistirme como reza en el contrato.

Después de someter el tal Marco a un tercer grado al Manolín, concluye:

Bien, se encuentra usted en la AC-356, en el pK 45, 40º 28´N y 5º 6´O, entre las localidades de Tefollas del Pino y As Fontes Tristes, ¿es así, no?

Si usted lo dice.

Atienda entonces lo que le voy a decir: Primero, importante, aparque la moto, resguárdela de la lluvia y sobre todo de los cacos, a poder ser debajo de un hórreo, creo que se llaman así esas casitas tipo palafitos donde se guardan las cosechas por esa tierra, comprenda que yo desde Madrid, la Capital, no atine con esos detalles de nomenclatura provinciana, en fin, como decía, métala debajo de un hórreo, y en lo que respeta a usted, me sale al arcén de la AC-356, se ubica en el sentido de la marcha de los coches y con el puño de la mano derecha cerrado, menos el dedo grueso, ése extendido en la dirección del viento, una pose conocida de los de antes por auto-stop, hace ademán con el puñito tal que así a los conductores de los vehículos que pasen a su vera. Si alguno para, que alguno parará, le dice su destino. Y ya está.

Manolín ve el cielo negro, lloverá en breve, está nervioso y se toma un ibuprofeno y un tranquimacín. Y, parcialmente repuesto, responde: Pero, oiga, estoy en la Galicia profunda, agrícola y ganadera, por aquí no pasa ni la madre que lo parió.

No diga tonterías, siempre habrá un tractor caritativo o un carrito de vaquitas.

¡Cómo no van a pasar!

Pero, oiga, en la póliza del seguro que contraté con ustedes dicen que en caso de avería gorda me trasladarán, a mí y a la moto, al lugar de origen, y yo pensé que vendría un taxi a buscarme y que me dejaría en el portal de mi casa (Manolín suelta unas lágrimas mientras se acuerda de los suyos, a los que tal vez nunca vuelva a ver).

Se oyen las risas de Marco. Que exclama henchido de prepotencia:

¡Ay, qué risa tía Felisa! Dice aquí, el de provincias, que un taxi: ja, ja y ja.

Es lo que prometieron cuando religiosamente pagué la póliza.

¡Mentira! Lo que dice su póliza, que es la nuestra, es que aportaremos al usuario el vehículo más apropiado, y no afirma usted que está en el agro profundo, pues, ¡qué mejor vehículo que un tractor o un carro! ¡Lo más propio!

Manolín, abatido, se sienta. Llueve a cántaros.

Hasta la próxima, Marco, muy amable.

Hasta la próxima, y confíe en la buena voluntad de la gente, es lo más seguro, alguien lo recogerá. Adiós.

Moto y Manolo bajo el hórreo. Suena el móvil y descuelga.

Agradeceríamos, en el ánimo de mejorar nuestros servicios, valorase del 1 al 10 el trato del operario que le atendió.

Manolín es generoso, le da un once.

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