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Maldita inteligencia

Lo que conllevan las altas capacidades intelectuales en algunos adolescentes

Mala cosa la de no encontrar gente como tú para poder clasificarte. Ser menor de edad y sentirse aislado entre iguales cuya velocidad de pensamiento es significativamente menor. Qué frustración no estar alineado en ninguna parte debido a una estructura mental divergente y no tener a nadie por delante o por detrás con el que compartir una verdadera complicidad. Existen adolescentes intelectualmente brillantes que llegan donde no llega nadie, pero eso no significa que sean buenos alumnos ni mucho menos niños felices. Una buena parte de ellos, de hecho, son incapaces de adaptarse a las pautas académicas "comunes" y se instalan en el fracaso escolar.

La paradoja es tan simple como difícil de comprender: manejan tal cantidad de información que les resulta difícil procesarla adecuadamente. Igual de imposible de entender si no se tiene un caso cerca -hecho no tan inusual, ya que un 2 por ciento de la población padece esta situación-. Quien se relacione con uno de ellos percibe que es como si entendieran las cosas con demasiada profundidad, pero sin un sentido útil y práctico.

Jeanne Siaud-Facchin, una de las expertas mundiales en altas capacidades intelectuales, escribe que estos adolescentes llevan siempre las emociones a flor de piel y el pensamiento en el límite del infinito. Convivir con una mente privilegiada es, en la mayoría de los casos, una angustia, una especie de maldición no sólo para el que la padece, sino también para su entorno familiar.

El alivio podría venir del sistema educativo, pero, hoy por hoy, éste no está preparado ni para detectar los casos a tiempo ni mucho menos para tratarlos adecuadamente. La incomprensión social tampoco ayuda por la falta de información que hay sobre este tema y la falsa imagen que proyectan de personas exclusivas o elitistas, en muchos casos ausentes o perezosos. Son también con frecuencia objeto de manipulación de adultos mediocres que envenenan el ambiente contra ellos.

Al final, los padres, desde la aflicción, constituyen el único respaldo sostenible. Ellos son los que luchan cotidianamente por sacarlos de un desajuste social que les impide estar en la misma frecuencia que los demás chicos de su edad.

Estos chavales presentan una organización interior tan singular que muchas veces desencadena un desorden del sistema nervioso. Es como si el cerebro tuviera un cableado especial: todo está ahí, pero de distinta forma. Lo que está claro es que necesitan integración, que requieren una atención especial y unas necesidades educativas específicas.

En Asturias hay una base de datos con un buen número de niños de altas capacidades, pero lamentablemente son muchos más los que están por diagnosticar y que serían merecedores, al menos, de una identificación para intentar adaptarlos. ¡Qué importante es descubrir el problema a edades tempranas!

Antes señalé a los progenitores como único apoyo, y esto no es del todo cierto. Hay que resaltar con mayúsculas la dedicación de los especialistas que investigan y tratan estos comportamientos, los cuales tenemos la gran suerte de que residan en el Principado algunos de ellos. También hay que agradecer su trabajo a asociaciones como APADAC o ENOL, que ha sido capaz de organizar un congreso internacional en Oviedo para los próximos días 23 y 24 de junio con presencia de expertos mundiales. Lo han programado con mucho esfuerzo y con el propósito de alentar soluciones, pero también con el de hacer más visible un mundo poco estandarizado y propenso a rechazos.

Como apunta el psicólogo asturiano José Luis Pérez -una autoridad en aplicación de terapias de esta diferente configuración neurológica-, el principio de igualdad está suficientemente extendido en nuestra sociedad, pero no así el darle a cada uno lo que necesita.

Este artículo-reflexión está dedicado a esa inmensa minoría de mentes privilegiadas que claman pidiendo ayuda a la mayoría absoluta indiferente. A los que viven en un ambiente hostil por su exceso de inteligencia y que reivindican un poco de comprensión con el fin de que nosotros, desde nuestra "normalidad", seamos capaces de entender lo que les pasa.

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