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Ciencias versus Letras

Un desencuentro que debe acabar con el estereotipo del estudiante: ni unos son empollones, ni otros vagos

Existen dos corrientes de conocimiento que parecen andar a la greña. Abreviando, a un lado se encuentran las humanidades y las ciencias sociales, y en otro las ciencias básicas (geología, biología, física, química y matemáticas), las ingenierías y las ciencias de la salud, junto con las muchas interrelaciones que existen entre ellas. Una corregible dicotomía: ciencias y letras.

Vaya por delante que soy de ciencias, es decir cojeo en muchos campos humanísticos, pero cada vez siento mayor inclinación hacia ese mundo por lo que supone de enriquecedor y gratificante. Cuanto más profundizo en la esfera que compendia a las "letras", más me satisface tal inmersión pues me aproxima al saber universal.

No parece de recibo, en una sociedad donde está tan en boga la transversalidad, que algunos sectores muestren cierta animadversión hacia lo que, de manera más o menos despectiva, apodan "cientificismo", olvidando los extraordinarios avances alcanzados por la investigación utilizando metodologías basadas en lo empírico y experimental, y el estar sometidos a pruebas de evaluación que pueden refutar las hipótesis emitidas. En la vertiente opuesta se localizan los que subestiman lo que huela a "letras", minusvalorando lo que engloban las humanidades. En mi opinión, debe romperse la frontera entre ambos dominios del entendimiento y acrecentar así su permeabilidad, ilustrando a los dedicados a la ciencia de los aromas que exhalan la historia, las bellas artes, la literatura, etc., y difundiendo entre los humanistas los últimos descubrimientos sobre las partículas subatómicas, cosmología, genética, bioquímica, mecánica cuántica, tectónica de placas, etc. No se debe desconocer que se impedía entrar en la academia platónica a los que ignoraban las matemáticas; ¿cuántas veces es esta disciplina, con harta frecuencia mal enseñada, la que decanta las vocaciones?

Es cierto que determinados hallazgos científicos y tecnológicos son muy complicados de entender por la gran mayoría, de ahí la importancia de que existan buenos comunicadores capaces de divulgar de manera inteligible las innovaciones que se originan. Esto no es nuevo, pues el polímata florentino Leonardo da Vinci ya afirmaba en el Renacimiento que la ciencia es tanto más útil cuando más se pueda comprender.

En una sociedad tan tecnificada como la actual es obligada la especialización, dado que resulta imposible dominar la multitud de temáticas que nos merodean, pero ello no debe ser óbice para que nos interesemos por las otras sabidurías. Decía el acreditadísimo filósofo y ensayista José Ortega y Gasset: "la máxima especialización equivale a la máxima incultura". El estudiar una determinada carrera o el hacer un máster específico no debería suponer trazar una barrera, o como se dice ahora una "línea roja", a las otras áreas del pensamiento.

Obviamente, salvo excepciones muy contadas, ya pasaron los tiempos en los que una sola persona -caso de Sócrates, Platón o Aristóteles- abarcase casi todo el meollo de la sapiencia. Sin embargo, hoy día no parece aconsejable encasillarse en las letras o en las ciencias, pues ello no deja de ser una excusa o coartada para ocultar una carencia dado que, en el fondo, denota nuestras propias limitaciones culturales.

Soy un firme defensor del método científico frente a otras formas de análisis. No obstante, estoy persuadido de que ambos polos, ciencias-tecnología y humanidades, están bastante más cercanos de lo que podríamos pensar. Un hecho práctico: ¿En qué nos diferenciamos un geólogo (encuadrado en la rama científica) de un arqueólogo (un representante de los saberes humanísticos) cuando levantamos una columna estratigráfica sobre el terreno o tenemos que hacer una datación radiométrica? Además, un científico sensu stricto no puede dejar de lado el ámbito de las letras cuando precisa ahondar en unos antecedentes históricos de una investigación, al redactar un informe o escribir un artículo de su especialidad -a pesar de las frases sintéticas que exigen las revistas especializadas- con la claridad y precisión literaria necesaria para hacer comprensible a la colectividad sus logros.

Resulta indudable que las actividades profesionales del futuro estén sujetas a revisión, ya que parece demostrado que la mejor fórmula no es la de encasillar a las personas en una sola especialidad, sino encontrar perfiles capaces de reciclarse y adaptarse a los rápidos cambios que se producen. Cada vez se demanda más formación tecnológica pero aderezada, por ejemplo, con una preparación en psicología y ciencias sociales, esto es, se requieren individuos dotados de capacidad de raciocinio sobre el comportamiento humano. Cada vez más, para llevar a cabo un proyecto innovador hay que contar con gente del círculo de las "letras".

No es infrecuente que las compañías tecnológicas soliciten profesionales con formación artística. Personajes tan carismáticos como Steve Jobs, el magnate del sector informático estadounidense y fundador de Apple, consideraba importante estar siempre en "el cruce entre las ciencias y las letras"; afirmaba: "la realidad no es de ciencias ni de humanidades. Es ambas cosas a la vez. ¿Se puede tener una conexión plena con el mundo que nos rodea prescindiendo de una de ellas?". La contestación parece evidente, todas las formas de conocimiento son útiles de manera pormenorizada, pero no se debería de perder de vista la generalidad del ser humano y de la Naturaleza en su globalidad.

En esencia, los grandes desarrollos científicos y filosóficos, junto con las obras de arte, música o literatura, representan el culmen de la creatividad humana. El paradigma sería conjugar una especialidad científico-tecnológica con la devoción a los clásicos.

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