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Joaquín Rábago

Hartazgo

Los enfrentamientos entre algunos partidos, que se deben más a batallas internas o disputas entre egos insatisfechos

Está ya uno harto de las peleas internas de nuestra izquierda. Ya sabemos que los partidos de ese signo se han caracterizado siempre por un espíritu inquisitivo y crítico con el status quo.

Nada que objetar porque es condición "sine qua non" para seguir avanzando en la construcción de una sociedad más justa. Pero lo que leemos o escuchamos todos los días tiene más bien que ver con egos insatisfechos y rencillas de espíritus mediocres.

Todo parece reducirse muchas veces a zancadillas, a maniobras abiertas o encubiertas con la ayuda interesada de ciertos medios, que se regocijan naturalmente con el espectáculo.

Nada sabemos de por qué este o ese político trata de desbancar a aquel otro, si se busca castigarle por pura ambición o porque no ha dado muestras de suficiente lealtad hacia la dirección del momento.

Qué propuestas concretas tenga, cuáles sean sus prioridades, qué hará en caso de ser nombrado para el puesto que el primero ambiciona parece no importar demasiado.

Lo de la lealtad inquebrantable, lo de la disciplina "perinde ac cadáver" ya sabemos que ha sido y es cosa de nuestra derecha. Y digo de la nuestra, que parece vivir todavía bajo el signo de los cuarenta años de franquismo.

Y, sin embargo, muchos recordarán las palabras de un lenguaraz ex dirigente socialista cuando lanzó a sus correligionarios a modo de advertencia aquello de que "quien se mueva, no sale en la foto".

Aquí, cierto sector de la izquierda que se supone más crítica comete la torpeza de excluir a ciertos medios de una reunión informal con periodistas sin darse cuenta de que ello se les volverá en contra como un bumerán.

Desengañados del maltrato recibido, que atribuyen - y no les falta razón- a intereses creados, se exponen, sin embargo, absurdamente a acusaciones de censura por parte de quienes nunca fueron objetivos con ellos.

Debería nuestra izquierda, vieja o nueva, dejarse de una vez de acusaciones y recelos mutuos y pararse en cambio a reflexionar conjuntamente sobre cómo evitar la quiebra social de este país.

De un país donde la corrupción y el paro son casi endémicos, donde se maltrata a la ciencia y la investigación y se vuelve a apostar, a lo que parece, por el ladrillo.

No puede aquélla desviar ni un momento la atención de lo que importa.

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