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Latidos de Valdediós

El dolor

Hay momentos en la vida en que todo se hace penoso y cuesta arriba y te duele todo, hasta el aliento: respirar duele, cada latido del corazón, pestañear, tragar saliva? ¡todo duele! y duele el alma, duele lo más íntimo. Simplemente estar en este mundo, permanecer en él? resulta difícil y parece que la vida es un puro sufrir, un puro dolor. Yo creo que -antes o después- todos llegamos a un momento así y? en contra de lo que podáis pensar? hay que dar gracias a Dios, porque es un gran momento, aunque mientras uno lo está pasando no es capaz de verlo así.

¿Por qué digo esto? ¿Porque soy una rara que disfruta sufriendo a lo tonto? Pues no: no me considero una rara, ni disfruto ante el sufrimiento propio ni ajeno, pero sí trato de ser realista, y eso significa asumir que el dolor y el sufrimiento son parte de la vida y para poder vivir en paz y en plenitud hay que saber asumirlos e integrarlos en la vida, de suerte que nos sirvan como un trampolín que nos lance hacia adelante y no como un obstáculo insalvable para la felicidad.

El dolor no es una suerte, y no hay que cometer imprudencias para que vengan a nosotros desgracias sin cuento, pero tampoco es signo de fracaso o de que todo vaya mal. Es parte de la vida, como también lo es la muerte. Es indicativo de que estamos en este mundo y formamos parte de él. Y -aunque a muchos no les guste oírlo- es una escuela necesaria para nuestro integral desarrollo humano.

Hay que pasar por esa escuela para crecer y ser más persona, porque quien pasa por esta vida sin haber sufrido está incompleto, no es persona en plenitud. Y me atrevo a afirmar que nunca sabrá lo que es de verdad el gozo y la alegría si no ha sufrido antes, porque todo se aprende y se saborea mejor desde los contrastes. El dolor sufrido en todas sus fases: rebeldía, rebote, impotencia, aceptación e integración en la propia existencia, es el que nos otorga el máster de humanidad que todos necesitamos para ser felices en profundidad. La riqueza y la calidad humana que posee la persona que ha sufrido no se consigue de ninguna otra manera.

Es triste, pero cuando pierdes a alguien querido, valoras más a los que te quedan. Cuando te visita la enfermedad y ves cerca la posibilidad de la muerte, valoras más no perder el tiempo y cada amanecer y cada inspiración de aire llenando tus pulmones se convierten en un regalo que antes no apreciabas. De pronto que no te duela la cabeza es algo maravilloso y hasta ese momento nunca habías valorado que todos los días te levantabas estupendamente y sin dolor de cabeza. Te parecía tan normal, que nunca reparabas en ello y mucho menos lo agradecías?

Por eso insisto en que el sufrimiento es una escuela y es positivo, porque nos sacude de nuestro adocenamiento y nos obliga a abrir los ojos y agudizar nuestra sensibilidad para vivir de verdad y dejar de vegetar. El dolor nos resitúa y corrige nuestra escala de valores, que con frecuencia se nos descoloca y nos hace descender a una dorada medianía en la que somos capaces de permanecer durante años sin inmutarnos y sin vivir, sin vibrar por nada, sin llorar y sin reír, simplemente haciendo bulto.

Sé que no es fácil, pero os invito a mirar el dolor con respeto y sin rabia y a valorar su parte positiva. Hay que luchar siempre por combatirlo y aliviarlo ¡por supuesto! Pero sabiendo que -en esta vida- indefectiblemente nos va a visitar. Y cuando llegue, será bueno saber acogerlo y aprovecharnos de su visita, entre otras cosas? porque las espinas? sufre más quien las pisa que quien las besa.

Un abrazo fuerte y hasta el próximo viernes.

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