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Fronteras quebradas

Asturias en la marca del Duero, tajo y puente hispano-portugués

Donde antes hubo pasos vigilados entre países vecinos con historias comunes de encuentros y desencuentros hoy solo hay pasos expeditos, libres, a lo más garitas semivacías, puentes marcados por las presas que sobre el otrora irregular Duero realizaron los dos, España y Portugal o viceversa.

Allí donde el río Duero forma "frontera natural" con la vecina Portugal, en el compartido territorio de Los Arribes, se alza Miranda do Douro, una villa hermosa que conserva restos de una muralla y un castillo, una iglesia grande, concatedral, un museo en una centenaria casa cárcel local, callejuelas y casas con historia cuidadas, una biblioteca en lo que fue iglesia del convento de los padres trinitarios, con un gran jardín contiguo donde tiene su asiento al aire una vagoneta de mina llevada hace poco por los vecinos de Bimenes, localidad hermanada con la lusa. Tiene, pues, Miranda do Douro apego con nosotros, desde la tierra aquella de Trás Os Montes donde se habla el mirandés, lengua oficial, y al decir de su alcalde, asiduo de Asturias, con raíces comunes al asturiano.

Miranda do Douro es sólo un ejemplo de lo que esta marca del Duero tiene de relación con Asturias. Sin profundizar, por nombres hay aquí seis topónimos Miranda, solo superada en España por la fronteriza Salamanca. Es Miranda apellido frecuente entre nosotros (la tercera provincia en frecuencia), con connotación nobiliaria también, como lo demuestra la muy influyente familia del marquesado de Valdecarzana.

La cuenca del río Duero y sus afluentes dicen mucho de viejas relaciones. En el valle del Tera, afluente del romano Astura (Esla), y en otras zonas zamoranas del Duero hay tres topónimos de "asturianos". En Aldeadeavila de la Ribera, la villa de los Arribes del Duero según Unamuno, sostienen que en su repoblación medieval mucho tuvieron de presencia los asturianos.

Forma el Duero en Los Arribes unos 100 kilómetros, en su caída desde la meseta castellana a las tierras bajas portuguesas. Antes de domesticar el Duero, y aún después, en los duros tiempos de las dictaduras peninsulares autárquicas, los pueblos arribeños habían sacado provecho del microclima haciendo terrazas de cultivo en sus laderas para plantar olivos, vides y frutales, junto a la agricultura tradicional del llano y a la ganadería caprina. Y todo porque "en el fondo de estos tajos incuba el sol que da gloria?, caldea los arribes resguardados de los vientos y las brisas que hielan la meseta y saca de ellos una vegetación potente y propia de otras latitudes" (Unamuno). Aquellos pueblos, a un lado y otro de la frontera, se entendían con música, idioma mezclado y un contrabando cuya memoria conservan labriegos y cabreros en rutas señaladas. Era jugarse la vida descendiendo desde "lo alto (de) apuntados picones (que) asoman al abismo, peñas y aserradas crestas" para ganarse un extra con tabaco, café, tejidos, azúcar o lo que fuera según el lado del que viniera el producto. Rutas de contrabando para conjurar el hambre que salta fronteras por muy guardadas que estén.

Son las fronteras territoriales entre estados hoy, reinos o imperios antes, límites, puntos de conflicto siempre donde se pretenden encerrar "comunidades diferenciadas". Para marcar esos límites se buscan "fronteras naturales" convirtiendo los accidentes geográficos en muros y, cuando no hay o no sirven, levantan otros. Dícese que la frontera decana de esta Europa sin fronteras se fijó entre Francia y España, monarquías entonces ambas, en el Tratado de los Pirineos en 1659. Pero aquellas eran patrimonios de reyes. Las fronteras estatales son un hecho contemporáneo, aunque busquen un precedente histórico legitimador.

En el pasado, por muy remoto que sea, se hallan raíces que ofrecen oportunidad de encontrar hilos de relación entre muchos pueblos. La historia de la Península Ibérica teje una red de ellas aún perceptible a poco que se observe. Uno de los mitos más incuestionados, por muchas dudas que la investigación vierta, de esta nuestra Asturias es el de Pelayo y el origen de la Reconquista. El reinado de Alfonso I saca al Asturorum Regnum de la barrera montañosa hacia el sur. Lo reyes astures se sintieron, y sus crónicas lo atestiguan, herederos de la monarquía visigoda que planificaron restaurar. Pronto la cornisa cantábrica fue territorio libre de invasores ocupados en sus luchas internas. De Covadonga en el 722 a mediados de aquel siglo VIII su yerno Alfonso I llevaría la conquista a tierras bañadas por el Duero. La auténtica "frontera". El afluente mayor de aquel río Duero, el flumen Astura de los romanos, nuestro Esla de hoy, que nace en la cordillera cantábrica, fue sin duda camino preferente de reconquista. Dícese que "el Esla lleva el agua y el Duero la fama" hasta su desembocadura en Villalcampo.

Sostenía el gran Sánchez Albornoz, en una afirmación controvertida, que por entonces el Duero era un desierto estratégico, una tierra de nadie, una marca prudente ante Al-Andalus, ya que, según la Crónica de Alfonso III, tras las conquistas de "los castillos con sus villas y aldeas todas? se llevó consigo a los cristianos a la patria". Pero tras la cordillera no hubo para todos y en aquellas tierras nuevas los campesinos que actuaban por su cuenta o bajo la dirección de clérigos o de nobles ocuparon el territorio y lo explotaron. Será además el Duero vertebrador del camino de Santiago, el proyecto religioso-cultural-urbanizador más importante del medievo.

El reino de Asturias estuvo sin duda en el origen del condado portucalense que Alfonso III otorgó al caudillo Vimara Pérez en el siglo IX, aunque el reino portugués tuvo por núcleo otro condado, el de Portucale, constituido en el siglo XI como feudo del rey Alfonso VI. Luego, reinos separados todos (portugueses, leoneses, castellanos), pero colaboradores contra enemigos exteriores, sumaron agravios y restañaron heridas. Cuando el rebelde asturiano bastardo real, conde de Noreña y Gijón, Alfonso Enríquez (s. XIV) se levantó contra su hermanastro el rey buscó amparo portugués, casado como estaba con una portuguesa, a la que dejó al frente de sus tierras asturianas cuando él recababa apoyos exteriores; hoy el simbólico conde de Noronha es portugués.

Ya en clave extra asturiana y en la modernidad, la política matrimonial de los Reyes Católicos incluyó Portugal. El Emperador Carlos V, viajero impenitente por una Europa que quería junta, contó siempre en el gobierno con su esposa Isabel la gran emperatriz portuguesa. Felipe II acabó "heredando" Portugal en 1578, hasta que en 1640, aprovechando la guerra de España con Francia y la crisis catalana, Portugal se alzó en armas. El tratado de Lisboa de 1668 puso fin a la unión.

Todavía hubo más. España empezó a ser un "vecino incómodo" y Portugal buscó el amparo británico. La ilustración del XVIII no impidió un nuevo encontronazo y en el seno de la guerra de los siete años hispanoportuguesa los choques fronterizos fueron frecuentes. En Miranda do Douro cuentan que su castillo, convertido en polvorín, fue volado entonces por españoles, aunque después el libre comercio decretado por el mismo Carlos III favoreciera la relación transfronteriza. Una de cal y otra de arena. Ya en el XIX, contra la invasión napoleónica, vino de Portugal y su aliado británico la ayuda para vencer definitivamente a Bonaparte.

De espaldas da la sensación que pasamos los vecinos largo tiempo. Dice un popular dicho de allí que "De Espanha Nem Bom Vento Nem Bom Casamento", algo que, sostienen es verdad, ¡al menos en lo del viento!, pues cuando sopla del este, de Castilla, o quema en verano o hiela en invierno, mientras que los vientos del oeste, de Portugal, del mar, son más suaves. De allí vinieron muchos jóvenes ya hace décadas a trabajar en nuestras minas, codo a codo con nosotros. Ocuparon colonias mineras y compraron las casas y tierras de nuestros abuelos que abandonamos, aunque no renunciaron ellos a volver a su tierra. Emigrantes ellos como nosotros.

En 1927 España y Portugal firmaron un convenio para explotar la fuerza del agua del Duero y sus afluentes cerca de la frontera. Se fueron construyendo, una tras otra, las presas y embalses para "producir energía" en las proximidades de aquellos Arribes de historias compartidas. Tres lusas (Picote, Miranda y Bemposta) y cinco españolas (Ricobayo, Villalcampo, Castro, Saucelle, Aldeadeavila y la Almendra). En octubre de 1964 dos dictadores, Franco y Salazar, inauguraron la espectacular y cinematográfica presa de Aldeadeavila. Hoy, los o las Arribes del Duero/Douro son parques naturales a ambos lados y, como para sellar la protección, la Unesco declaró, en 2015, reserva de la biosfera transfronteriza a este conjunto denominado "Meseta Ibérica".

Parece evidente que "Portugal está de moda"; así se titulaba un reportaje de prensa hace poco; sostenía que allí "se sobreponen y demuestran que la colaboración política entre derecha e izquierda es positiva. Tiene al frente a dos optimistas". Está saliendo de su crisis, pese al terrible fuego que se lleva vidas y esperanzas. Fue país invitado en la pasada Feria del Libro de Madrid. Es monográfico aquí en Asturias de los Cursos de la Granda que abordan las relaciones bilaterales. Hay un activo asociacionismo ibérico en muchos sitios.

Unen más que separan las "fronteras naturales"; de espaldas ni al desierto.

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