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Sacerdote

Persecución, hambre y guerra

La memoria de fray Melchor de Quirós, ante el aniversario de su martirio

Quiero pensar que son bastantes los lectores que, para ellos fray Melchor de Quirós sigue siendo un desconocido. Por eso me encierro en este cuadrilátero de cincuenta líneas, para contar algo de su vida, y acercar al lector a este santo asturiano de carne y hueso. Su vida bien podría novelarse, porque en ella se cruzan la bondad del protagonista, con la crueldad de los que mandan. Y la atraviesa siempre la gracia, para seguir dando fruto entre tanto sufrimíento.

Puede que sea una historia que sigue ocurriendo en nuestros tiempos. Había nacido en Cortes, Quirós, el 28 de abril de 1821. Era un chaval espabilado, que estudia en Oviedo, llega a ser profesor de la Universidad, pero su vida da un giro porque quiere ser sacerdote.

Y que acaba siendo dominico, misionero en el lejano Tung-King, como se conocía al antiguo Vietnam. Allí la persecución arrecia, le hacen obispo, y su alma se va afinando con la generosidad y el sufrimiento, y acaba muriendo como los mejores: con el martirio. Su martirio fue un 28 de julio de 1858, y podía estar en las actas de los tres primeros siglos.

Unos días antes de morir, el 6 de abril de 1858, había escrito a su casa:"Mis inolvidables padres y hermanos: Con el temor de escribir a muertos y la confianza de que cuando ésta reciban -si alguno vive- lo estaré yo también, pasaré gustoso lo que falta de la noche, dándoles una breve reseña de los exquisitos trabajos con que el Señor nos regala.

Persecución cruel, hambre extremada y guerra civil, son los tres azotes con que los neófitos de Tung-King Central purgan sus pecados y labran una corona más brillante que el sol, que ceñirán por una eternidad".

Persecución, hambre, guerra fueron los ingredientes donde se fue abriendo la gracia en la labor pastoral de fray Melchor. Y con esos ingredientes el supo acompañar, curar y salvar, de modo que aquel Vietnam, no fuera una sucursal del infierno. Fray Melchor es un testigo de nuestro tiempo, que denuncia nuestro cristianismo comodón, y nos interroga a cuantos vivimos el sacerdocio sin descubrir la suerte que tenemos.

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