La reapertura de la línea marítima entre los puertos de Gijón y Nantes parece cada vez más cercana, tras el anuncio esta misma semana del interés de una importante compañía naviera española en relanzar un servicio que fue suspendido en septiembre de 2014, tras cuatro años de permanencia. Desde que la francesa LD-Lines decidió cancelar la línea una vez agotadas las subvenciones europeas hasta hoy, hubo varios intentos de recuperar el recorrido marítimo entre ambas dársenas, algunos de ellos sin pies ni cabeza. Ahora sí parece que la iniciativa puede llegar a buen puerto.

Las autopistas del mar nacieron por iniciativa de la Unión Europea para hacer frente a los altos costes y a los problema medioambientales del transporte por carretera. Y lo cierto es que en términos de viabilidad, rentabilidad y plazos de entrega de mercancías, la línea entre Gijón y Nantes pareció cumplir con sus objetivos. No solo prestó servicio seguro al transporte de contenedores, sino que también se llenó de camiones que hacían la travesía por mar en lugar de mediante tráfico rodado contaminante. Y sobre todo se convirtió en un nuevo e inesperado apoyo al turismo asturiano, puesto que el barco que realizaba los trayectos de ida y vuelta se abrió también al traslado de pasajeros. Con la autopista del mar llegaron nuevos turistas a Gijón.

Para que no vuelva a repetirse el intento fallido, la reapertura de la línea marítima debe tener garantizada su viabilidad económica. Es obvio que al menos en el nuevo arranque del servicio habrá que contar con subvenciones oficiales, para paliar las pérdidas iniciales hasta que los transportistas y los turistas regresen a la primera autopista del mar que se creó en Europa. Pero la ayuda comunitaria no debe convertirse en el principal argumento económico de la naviera que asuma el encargo de Puertos del Estado. De lo contrario volvería a repetirse la historia de la anterior adjudicataria, que dijo adiós en cuanto finalizó la ayuda europea, con el argumento de que no era rentable.

Por otra parte, ¿qué ha cambiado en los últimos meses para que Gijón estrene una época de cooperación interinstitucional que va a permitir, si se cumplen las expectativas anunciadas por las administraciones implicadas, desatascar el plan de vías, comprometer la llegada del metrotrén a Cabueñes y reabrir la autopista del mar? Habrá que convenir que esta nueva etapa coincide con nuevos titulares al frente del ministerio de Fomento y de la consejería de Infraestructuras del Principado. Resulta evidente que los grandes asuntos pendientes en Gijón solo saldrán adelante si la administración estatal y la autonómica colaboran en un ambiente de lealtad y entendimiento que supere anteriores etapas de desencuentros y zancadillas de las cuales los únicos perjudicados fueron los gijoneses, que vieron durante años cómo se desperdiciaban inversiones, se alargaban los plazos y se consumían esfuerzos por culpa de injustificables disensiones entre instituciones de diferente signo político.