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Doctor ingeniero industrial eléctrico

El auténtico y único debate sobre la energía nuclear

La necesidad de evaluar como es debido los riesgos y las ventajas de una actividad antes de prescindir de ella

El debate sobre la energía nuclear, como cualquier otro, para ser serio y equilibrado, requiere de un análisis de contorno que nunca ha existido públicamente. Afirmar que tiene riesgos, y que se generan residuos que perduran por miles de años, es como decir que de día hace sol y de noche no. Son hechos indiscutibles y no por mucho repetirlos serán más ciertos. Pero quedarse ahí, sin analizar las tecnologías alternativas con sus costes, emisiones contaminantes y plazos de disponibilidad, nos puede conducir al dicho "es peor el remedio que la enfermedad".

Toda generación eléctrica tiene sus riesgos. La hidráulica tiene el riesgo de rotura de presa con sus gravísimas consecuencias (presa de Vajont, Italia, 1963 - 1450 muertos; Ribadelago, Zamora, 1959, con 144 muertos, etc.). No por ello se han cerrado todas las centrales hidráulicas, sino que se han ido aplicando medidas de mejora progresivas para reducir los riesgos al mínimo posible, pero éstos nunca desaparecen, están ahí. Cualquier actividad humana conlleva un riesgo, a veces incluso la muerte, conducir es uno de ellos y lo hacemos a diario, no hablemos de fumar.

Las centrales térmicas de carbón son, con diferencia sobre el resto de tecnologías, las mayores emisoras de GEI que contribuyen al cambio climático. La UE es consciente y ha trazado una hoja de ruta para su cierre, con medidas como la aplicación progresiva de costes de emisión de CO2. Hoy en día muy baratos, incumpliendo uno de los pilares básicos de la política medioambiental europea: "quien contamina paga". Aumentarán y esto no preocupa, incluso algunos (políticos) presentan esta energía como el complemento a futuro ideal para las renovables, lo que carece de rigor técnico, económico y sobre todo medioambiental. Otro asunto, muy diferente, y que se mezcla indebidamente a mi juicio son los legítimos intereses sociales de las comarcas mineras afectadas, provocada por la caída de su fuente de ingresos tradicional. La salida a este cambio de paradigma debería articularse no por el perenne sostenimiento artificial a base de subvenciones públicas de una actividad, peligrosa, no competitiva y contaminante, sino que se debería encauzar a través de nuevas actividades económicas. Ahí se deberían concentrar todos los esfuerzos políticos, con altura de miras y visión de futuro.

La energía nuclear tiene sus inconvenientes, claros y evidentes, no es necesario seguir redundando en ello. Pero también tiene sus ventajas, que guste o no, hay que reconocer: costes bajos y estables, altísima disponibilidad, nula emisión de GEI y baja huella de carbono (equiparable a las energías renovables). No cabe duda que su principal problema son los accidentes y la contaminación radiactiva. Tragedias como Chernobyl y Fukushima, han servido como tristes ejemplos de aprendizajes. Mucho se ha aprendido de ello y todo se ha traducido en medidas de seguridad que minimizan las probabilidades de que esto ocurra otra vez.

La decisión sobre su futuro requiere una evaluación seria y serena, valorando los riesgos reales que suponen y sobre todo que implica prescindir a corto plazo de ellas, como serían reemplazadas y que coste económico conlleva para el consumidor final, que es quien paga en definitiva el sistema. El debate es ese, no nos podemos quedar sencillamente en el "es malo y hay que prescindir de ello", eso no es serio ni ayuda a la sociedad. Ya nos gustaría en la vida que las elecciones que hay que tomar fueran entre "lo bueno y lo malo", sino que las más de las veces no nos queda más opción que elegir entre "lo malo y lo peor", más aún en situaciones de emergencia y urgencia, y el cambio climático lo es: sequías y olas de calor insoportables son sus primeros avisos, luego vendrán otros peores y posiblemente devastadores como es la subida del nivel de los océanos y las implicaciones geopolíticas que ello conllevará (3/4 partes de la población humana vive a orillas del mar). Con absoluta certeza, en el contexto energético actual, de cerrarse ahora las centrales nucleares, esta energía sería reemplazada en el corto plazo por otra de tipo térmico con combustibles fósiles (carbón y gas), lo que implicaría un aumento de costes al sistema, y un aumento de GEI incumpliendo nuestros compromisos internacionales. Otros países como Estados Unidos ya tomaron la decisión hace años de extender la vida útil de las nucleares a 60 años (y algunas a 80 años), previa aplicación de medidas de seguridad y control, supervisadas por organismos serios y responsables. El CSN (Consejo de Seguridad Nuclear) lo es y tiene reconocido prestigio dentro y sobre todo fuera de nuestras fronteras.

Tenemos que aprender de los errores de otros, como Alemania, que en una medida apresurada decidió en 2011 a raíz del accidente de Fukushima (producido por un maremoto, ¿cuántos maremotos se han registrado en Alemania?) cerrar todas sus centrales nucleares para 2022. Ya han cerrado 9 de 17, con un coste estimado de 54.000 millones de euros, energía que fue sustituida mayoritariamente por térmica de combustibles fósiles, y es por eso que hoy es en Europa uno de los países más contaminantes de GEI en términos brutos (7 de las 10 centrales más contaminantes de Europa, son alemanas, todas de carbón). El gran desarrollo fotovoltaico de estos últimos años en Alemania, sin ninguna duda digno de alabar, sólo ha permitido cubrir una pequeña parte de su demanda bruta. Alemania tiene un desafío a corto plazo, si decide extender el vehículo eléctrico (VE) como medida para reducir GEI, a base de cubrir el hueco nuclear con carbón, conseguirá lo contrario, ya que debido al alto índice de emisiones de su sistema eléctrico, el balance neto total de emisiones con la incorporación de VVEE será a aumentar, justo lo contrario que ocurre en países como España, con bajo nivel de emisiones en el sector eléctrico, debido entre otras razones al porcentaje de energía nuclear y a la penetración de las renovables de los 10 últimos años en nuestro mix de generación eléctrica.

No cabe ninguna duda que el futuro para llegar cuanto antes a un sistema de generación libre de emisiones, objetivo irrenunciable, son las energías renovables con almacenamiento energético (para evitar las energías de respaldo contaminantes). El autoconsumo con almacenamiento es, para los expertos, el camino a seguir. Pero toda ruta tiene su transición, no existen atajos ni son admisibles cambios radicales, es necesario un análisis profundo y completo, mucho más allá de quedarnos en afirmaciones obvias, que tomadas sin el rigor suficiente implican emitir más GEI alimentando el cambio climático y aumentando los costes del sistema.

Garoña es la primera en esta decisión crítica a tomar. Almaraz y el resto de centrales nucleares aguardan. El Gobierno debe ejercer su responsabilidad pensando en el bien común general, ponderando de forma equilibrada, serena y objetiva todas las variables tal y como es su obligación, pese a la insistencia de quienes quieren ponderar únicamente los riesgos extremos.

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