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Millas

El trasluz

Juan José Millás

El verdadero yo

Escribo en el buscador de Google "áreas del cerebro implicadas en" y el buscador me ofrece: en el lenguaje, en el sueño, en la memoria, en el aprendizaje, en la atención, en la escritura, en las emociones, en el amor? Tal cantidad de áreas me obligar a pensar en ese puñado de masa gris como en una especie de astro blanco lleno de regiones, muchas de ellas por descubrir. Cierro los ojos y veo una Luna con forma de cerebro. En la Luna había (hay) una zona denominada Mar de la Tranquilidad. El cerebro no tiene ningún mar con ese nombre. Es una víscera inquieta por naturaleza. Siempre en guardia. Incluso cuando dormimos, el área del sueño no deja de producir cortos cinematográficos. Si pudiéramos exhibir esos cortos en certámenes internacionales, resultaría complicado decidir cuál es el mejor. Todos son buenos, pero no se ha encontrado la forma de llevarlos al celuloide o a los píxeles. He soñado los mejores cortos de amor, y los mejores de terror, y los mejores de misterio. No hay ningún Mar de la Tranquilidad en el cerebro. Toma los hipnóticos que quieras, lo ansiolíticos que te dé la gana, complétalos con una dosis de alcohol, y métete en la cama. Tu cuerpo se aflojará, pero tu cerebro, esa especie de astro blando y húmedo que llevas sobre el cuello, continuará construyendo historias.

No tiene, en fin, Mar de la Tranquilidad, pero sí "lado oscuro". Tecleo el Google "el lado oscuro del cerebro" y aparecen 750.000 resultados. Echo un vistazo y compruebo que hay mucha gente que cree haber descubierto el lado oscuro del cerebro. Algunos aseguran saber el punto exacto en el que reside el mal, como si en mal fuera una ciudad de provincias a la que se pudiera viajar. Ahí mismo, al fondo a la derecha, dicen algunos, se encuentra el mal. Pero hay una región del cerebro que está fuera de él, y es la conciencia, o la mente, como prefiramos llamarla. La mente es una producción del cerebro, pero no es el cerebro. Éste es uno de los grandes misterios de esa entraña. La conciencia tiene a su vez un lado oscuro al que se accede por casualidad, cuando menos lo esperas, como una puerta dimensional que te saliera inopinadamente al paso. En esa región es donde habita el verdadero yo.

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