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La difícil gestión de la verdad

Un informe poco conocido de los defectos patrios, obra del asturiano Campillo y Cossío

Allá por la cuarta década del ilustrado siglo XVIII empezaron a circular por la Corte las copias de un informe dividido en dos partes que con los elocuentes títulos de "Lo que hay de más y de menos en España" y "España despierta" redactara José Campillo y Cossío, quien llegaría a ser por méritos propios ministro todopoderoso de Felipe V tras una larga carrera administrativa, cosa difícil en aquellos tiempos sin ser él de alta cuna. Al parecer, su autor mismo dio al fuego los originales, pero la obra se copió como informe y difundió, en parte, en bibliotecas varias, institucionales y privadas. Destinada a orientar la labor de gobierno, con intención claramente regeneracionista, identifica el administrador los males del país. Como no se trata de una obra literaria, carece de composición bonita. Sin embargo, es algo así como una sacudida de realidad alejada de los arbitristas clásicos anteriores y contemporáneos.

El panorama no lucía mucho en aquella primera mitad del siglo que empezó con un cambio de dinastía y una guerra de sucesión larga que dejó profundas heridas. José Campillo constataba (seleccionamos): "la agricultura está descuidada, el ocio elevado, las fronteras poco seguras, los más respetables y decorosos empleos ejercitados por la inconsideración? la diligencia tibia? la educación de la juventud torpe, los sabios sin aceptación, las fábricas sin fomento? los verdaderos pobres sin refugio y los aparentes sin freno, los inventos ignorados? la justicia sorda? las leyes confusas, los letrados sin ciencia, la lujuria desatada? los viles negocios, monopolios y usuras con reputación, las grandes obras públicas que dan crédito a la patria y de comer al vasallo sin práctica, la población no atendida, el premio para quien no lo merece, los privilegios muchos? la soberbia y la ambición respetadas, los comestibles caros, la verdad pobre y el vicio rico".

Si todo ello era cierto ¿por qué sucedía? Sobraban manos estériles en el campo y faltaban buenos agrónomos; combatir el abandono de las tierras y desterrar costumbres inútiles era importante. A una sociedad de base rural dedica páginas detenidas. Denuncia después el poco cuidado de las defensas de la patria, el poco comercio y las demasiadas contribuciones por las que "paga el infeliz lo que debía satisfacer el poderoso". Necesítanse mejores leyes y jueces. Considera indispensable el fomento de la industria y los inventos, el buen gobierno de las Indias. Encuentra en la educación un punto débil que condiciona el futuro; denuncia la perniciosa crianza que se da a los hijos y la "imprudente tolerancia de los padres". Carga con contundencia contra los escritores malos, malísimos y aún pésimos, por lo que aboga por una revisión de la calidad de lo que se publica. Y lo dice él que tuvo sus problemas con la Inquisición por haberse aventurado a lecturas prohibidas. Demasiados frailes, pocos hospicios, escaso control de la mendicidad que, a veces, esconde vagancia. Analizado lo que hay de más y de menos lanza un llamamiento en su España despierta, a su rey, a los buenos ministros que han de ser "naturales y no extranjeros", a los que proponen medidas para resolver los desperfectos que denunció.

En aquel siglo un puñado de asturianos ilustres trabajarán desde la Corte por sacar las fuerzas de España para vencer el desánimo de un "imperio demasiado acosado" dentro y fuera. Serán sobresalientes Pedro Rodríguez de Campomanes o Gaspar Melchor de Jovellanos. Tal vez con menos curriculum pero con merecimiento Campillo y Cossío estuvo entre ellos, precediéndolos. Desde Oviedo alumbrará el saber del padre Benito Jerónimo Feijoo. Siglo grande en asturiano con mayúsculas. Andando el XVIII las cosas mejoraron notablemente. Luego volverían a empeorar, pero eso es otra historia.

El informe doble de Campillo y Cossío fue reconocido en círculos reducidos y pasadas décadas ya un librero quiso imprimirlo, para lo que solicitó preceptiva licencia al Consejo de Castilla. Campomanes, que era presidente del Consejo, quiso saber la pertinencia de su divulgación y el informe acabó al fin en la Academia de la Historia. Fue Jovellanos el encargado de informar "alabando la obra, pero desaconsejando su publicación", indicando que "ninguno que la vea podrá dudar del mérito, que contiene las máximas de gobierno más sabias? pero como al mismo tiempo pinta con suma claridad, energía y viveza la infeliz constitución de nuestro gobierno? bien claro es que obras de esta naturaleza solo se escriben para instrucción de los que tienen en su cargo la dirección del Gobierno, pero no para que ande en manos de todos?".

Los latigazos de Campillo y Cossío no vieron la luz pública en solitario hasta mediados del pasado siglo XX. A salvo ya la prevención de sus inmediatos sucesores pudo apreciarse el celo profesional de un servidor público que pretendió mejorar las cosas.

José del Campillo y Cossío nació en Alles, en Peñamellera Alta, en 1693. Por entonces aquellas tierras no dependían administrativamente del Principado de Asturias; lo hicieron tras la división provincial de 1833, por lo que Campillo y Cossío "se convierte en asturiano más de un siglo después de su nacimiento". Pronto se fue de su lugar natal y demostró ser un gran trabajador. Fue comisario de marina. Estuvo destinado en América, luego en los astilleros reales. Fue intendente del Reino de Aragón, caballero de Santiago. Llegó a gobernar las secretarías de marina, guerra e Indias y a reformar la Hacienda. Austero y severo falleció con 50 años, en 1743. Poco antes consta su rabieta final al negarse a pagar unas joyas que la Reina compró en París. Como todo hombre público, en un siglo en el que la crítica política nada tenía que envidiar a la actual, Campillo y Cossío no quedó libre. El pueblo recitó: "Campillo, ¡qué horror! murió / de un imprevisto accidente / que el que subió de repente / también de pronto cayó".

Seguimos en este artículo el estudio estupendo realizado por la profesora Dolores Mateos, "Dos escritos políticos: Lo que hay de más y de menos en España / España despierta", para la Colección Clásicos Asturianos del Pensamiento Político, 3, publicado por la Junta General del Principado de Asturias en 1993. Lola Mateos, muy querida, falleció en el 2015 y estuvo vinculada a la Universidad de Oviedo desde 1967 hasta el 2009. Hoy una calle de la ciudad de Oviedo, contigua a la de José Campillo y Cossío, lleva su nombre.

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