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Sol y sombra

El hastío

Rajoy y los miedos que el verano liofiliza

La clase dirigente política española la componen un señor de Pontevedra que aspira a seguir otro mandato al frente del Gobierno, un aprendiz de brujo socialista que pretende darle la vuelta al calcetín y está dispuesto a todo con tal de verse en la Moncloa, un pequeño timonel de sans-culottes que arrastra un saco de contradicciones y de riesgos por sus planteamientos populistas, un reformista de tres al cuarto que es incapaz de despejar incógnitas, y una tropa periférica de burgueses catalanes sediciosos y de maoístas antisistema decididos a delinquir para lograr sus propósitos. A su alrededor zascandilean personajes intrigantes y corruptos que hacen del elenco una especie de corte de los milagros propia de Valle-Inclán.

No es extraño que con este panorama muchos españoles abriguen temores que el verano ayuda a liofilizar. El presidente del Gobierno, lejos de desanimarse, dice que se encuentra en forma y que desea repetir como candidato. Se ofrece como un antídoto de la revuelta que se está preparando delante de sus propias narices. Como Gandhi, ha hecho de la resistencia pasiva su principal estrategia.

Todos lo quieren echar, pero insiste en seguir agarrándose a la certeza de que es el único político adulto que existe en medio de tanta puerilidad mediocre y exaltada. Él mismo ha contribuido a reforzar esa mediocridad ejerciendo su proverbial tancredismo y dejando pasar las oportunidades de regenerar a su partido. Pero así todo no asombra que se vea como un paradigma de la cordura frente al desatino y las ganas de otros de desmembrar España despojándola de sus atributos de nación para hacer con ella un pan como unas tortas.

La alternativa a Rajoy no arroja expectativas ilusionantes, más bien todo lo contrario, pero el principal enemigo del antídoto del miedo que propone el centro-derecha es el hastío. Y el hastío llega a cansar.

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