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Eduardo Jordá

Jaurías

La extrema polarización de la opinión pública en los debates de actualidad

Vivimos malos tiempos para la lógica, la razón, los matices. Cualquier idea, cualquier pronunciamiento que toque temas sensibles -feminismo, nacionalismo, memoria histórica, violencia de género- será reducido de inmediato a un simple cliché y como tal atacado o defendido a ultranza. Y a los dos segundos ya se habrán formado dos bandos irreconciliables -o más bien dos jaurías- que empezarán a atacarse sin piedad usando toda clase de insultos y descalificaciones. Nadie intentará matizar ni razonar nada, nadie intentará poner las cosas en su contexto y analizarlas con un mínimo de frialdad. Y por supuesto, nadie intentará justificar una u otra idea con referencias científicas ni con opiniones fundadas, si las hay, porque muchas veces nos movemos en terrenos donde no existen las evidencias incuestionables. Las ciencias humanas -la historia, la psicología, la antropología, la sociología, el derecho- no son ciencias exactas, como sí lo son la física y las matemáticas, así que permiten múltiples interpretaciones que siempre podrán estar sujetas a debate. Pero el debate, por desgracia, parece haber desaparecido de nuestro mundo.

Cada día aparecen docenas de casos. El de Juana Rivas, por ejemplo, la madre granadina que acusó a su expareja italiana de maltrato y que escapó con sus dos hijos (hay otro caso muy parecido en Ibiza). En un principio, esa mujer se nos presentó como una víctima inocente de un maltratador, así que fue defendida por docenas de asociaciones feministas y disfrutó de una campaña entusiasta en la prensa y en la televisión. Hasta Rajoy mismo dijo que quería acogerla en su casa. Pero ahora Juana Rivas ha huido con sus hijos y se expone a una orden de detención por secuestro. O sea, que de la noche a la mañana la heroína se ha convertido en villana.

Pero ¿lo era realmente? ¿Era una mujer inocente perseguida por un maltratador? ¿O es más bien una pérfida secuestradora de niños? En qué quedamos, ¿es inocente o es culpable? Si tenemos que decir la verdad, ninguno de nosotros lo sabe, al menos de momento. Y su expareja, el padre de sus hijos, ¿es inocente o culpable de maltrato? Tampoco lo sabemos, porque sólo existe como prueba la palabra de su exmujer (y nada más) y en estas circunstancias tampoco podemos estar seguros de nada. Hay miles de mujeres que sufren la violencia de género, claro que sí, pero hay otras que pueden mentir o manipular los hechos, y hasta que no tengamos evidencias, nadie debería creer en una verdad absoluta. Cualquiera que tenga un poco de experiencia de la vida en pareja sabe que es imposible saber lo que ocurre a lo largo de una difícil convivencia que ha terminado en separación -y más cuando se tienen hijos- si no hay testigos fiables ni cámaras ni lesiones que puedan probar los hechos. Todos discutimos, todos llegamos agotados a casa después del trabajo y podemos gritar o amenazar más de la cuenta (¿o no?). Todos -hombres y mujeres- tenemos arrebatos de mal genio y reacciones difíciles de controlar. Ese material tan resbaladizo es el que ha de servir a los jueces para establecer si ha habido maltrato o abusos o violaciones por parte del hombre. Y mientras eso no se haya demostrado, todos deberíamos hablar con sumo cuidado hasta que se sepan bien las cosas. Pero aun así, a pesar de que el caso de Juana Rivas no estaba nada claro, se han establecido dos bandos que se han enzarzado en una discusión feroz sin conocer los hechos ni los muchos puntos oscuros que hay en esta historia. Y si alguien ponía en duda la versión de Juana Rivas, tenía que ser a la fuerza un machista y un maltratador en potencia (y cosas mucho peores). Y si alguien, por el contrario, ponía en duda la versión del exmarido, tenía que ser a la fuerza una feminazi histérica o un cómplice masculino de las feminazis histéricas. No había otra opción. Y así vamos.

El otro caso reciente ha sido el de un ingeniero de Google -James Damore- que redactó un memorial interno sobre la existencia de sesgos ideológicos dentro de la empresa. El memorial se filtró a la prensa y al cabo de unas horas ya era descrito por docenas de informadores periodísticos como "un manifiesto machista que demuestra que las mujeres están incapacitadas para ser ingenieras". El 99% de quienes afirmaban eso ni se habían leído el memorial ni habían intentado informarse. Yo me he leído el memorial de Damore y puedo asegurar que tiene puntos discutibles, claro que sí -todo en ciencias sociales lo es-, pero no es machista ni se opone en absoluto a la idea de la igualdad de género. Lo que sí dice Damore -y eso es muy importante- es que en Google existe un claro sesgo ideológico que se opone a aceptar cualquier crítica que pueda tomarse como un ataque -siquiera muy leve- contra las ideas intocables sobre la igualdad de géneros y sobre la discriminación positiva para las personas diferentes. De hecho, el consejero delegado de Google ha hecho despedir al ingeniero de forma fulminante, lo que a la larga no ha hecho sino demostrar que el memorial tenía razón. Pero aun así, sin haberse leído nada, sin saber nada de él, miles de personas han opinado y han sentenciado al pobre Damore como machista y defensor de ideas retrógradas. "Este maromo seguro que es un maltratador", ha dicho no sé quién en las redes. Y de ahí para arriba. Está visto que las jaurías gozan cada día de mejor salud.

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