Partiendo del hecho evidente de que los Fuegos de Begoña conforman una de las cuatro patas principales del verano gijonés, con la "Semana negra" (con Metrópoli en clara competencia), el Festival Aéreo y el anual "Guinness" del escanciado de sidra, convendría reconducir el espectáculo luminoso de la medianoche del 14 al 15 de agosto.
Tras constatar que la meteorología acompañó y fue benigna con los intereses lúdicos de la ciudad, habrá que convenir en que tal vez ha llegado el momento de contratar a una nueva empresa pirotécnica, que la titular de Cangas del Narcea que ha sido la protagonista de encender la noche gijonesa de Begoña en los últimos años se ha estancado y no aporta novedades destacadas, como sí ocurría años atrás. Es una impresión razonada que comparten otros gijoneses, sin ánimo de menoscabar el prestigio de la firma canguesa, que lo tiene y bien merecido; pero a muchos nos parecieron unos Fuegos monótonos, repetitivos en las figuras, faltos de argumentos sorprendentes. Más ruido que nueces. De aprobado o de un bien, según la puntuación de los boletines de notas de nuestra época escolar, pero sin llegar al notable de ediciones precedentes.
Dicho lo cual, habrá que felicitar a los organizadores del programa festivo municipal, por cuanto, a la vista del fervor popular, han acertado en la elección de los conciertos multitudinarios en Poniente y de los recitales íntimos en el Botánico, una inteligente propuesta. La ciudad se ha llenado de lugareños y turistas, de retornados y visitantes; muchas noches no había en el centro una terraza donde tomar asiento, un restaurante donde disponer de mesa. Puede que se haya declarado ya por fin el estado de euforia.
